26 de septiembre de 1987
Vassula, vamos a liberar a un alma muy querida por Mí que está muy cerca de las llamas de Satanás. No se da cuenta del plan insidioso que él ha establecido para ella.
¿Quién es esa alma, Señor?
Es una de Mis esposas.
¿Una monja?
Sí, una monja. Me ha olvidado, cegada por su vanidad. Bienamada, tráemela de vuelta con tu amor. La amo. Ámame y será liberada. Vassula, estas Obras son misteriosas para ti y para muchos, pero créeme, Yo soy Jesús y soy la Sabiduría. Ahora Me vas a bendecir. Siénteme, eso Me glorifica. Todo se hará de acuerdo con Mi plan.
¡Jesús! ¡Es tan maravilloso estar Contigo de esta manera!
Vassula.
¡Es estupendo, maravilloso!
Vassula, ¿podría Yo abandonarte jamás?1 Ámame, repara por otros cuyos corazones se han vuelto fríos como el hielo hacia Mí. Altar, vive para Mí, reaviva tu llama con la Mía. ¡Altar! Nunca olvides cuánto te amo. Permanece ardiente, enciende corazones, apaga Mi sed.
Amadísimo Jesús, guárdame junto a Ti, ya que sin Ti estoy perdida.
Permanecerás junto a Mí. ¿Has olvidado nuestros lazos? Estás ligada a Mí con lazos eternos.
Gracias, Señor, por cuidar de mí, el cero de los ceros, la que Te negó.
He sido negado incluso por Pedro, pero sobre él puse los primeros cimientos de Mi Iglesia, ¿lo has olvidado? Yo soy el Señor que te ama inefablemente y, sobre ti, alma, he grabado Mis palabras. Yo soy tu Fuerza. Guárdame en tu corazón ahora y para siempre.
Lo haré, Señor. Te seré fiel.
Ven, vamos a compartir este día. Sé Mi compañera.