22 de junio de 1998
(Continuación)
Ven hija…Yo soy la Fuente interior de fuerza en ti, cuyas dulcísimas melodías, cantadas para ti resuenan en cada nación.
¿No he escrito para ti, paloma Mía, miles de páginas de amor, consejo y conocimiento, para que pudieras exponer la Verdad en esta generación empobrecida? ¿No te he llenado, esposa Mía, de sólidas palabras para responder a los que te interrogan? Es de Mí de quien respiras, bañada en Mi Luz. Es en Mí en quien te mueves y eres1, no cesando nunca de ser. Porque Mi Majestad transciende tierra y cielo y todo lo que contienen. Entonces, de Mi Boca, llena de gracia, fluyen la riqueza y el honor, enriqueciendo a todos los que Me aman. Enriqueciéndoles para conocernos como Trino y sin embargo Uno en la unidad de esencia. Instruyéndoles con ternura acerca de las realidades celestiales, levantando su espíritu para que gire sólo en torno a realidades celestiales.
Fui Yo quien creó tu yo más íntimo y te ensambló en el seno de tu madre. Y mientras Yo te observaba diariamente, embriagado de deleite, mientras tus huesos tomaban forma, configurándose en secreto, Yo ya estaba celebrando nuestros esponsales. Te digo que si hubiera encontrado tu espíritu ávido y sediento por conocerme, Yo, que desde tu nacimiento estaba tan ávido de poseerte y desposarte Conmigo, habría volado hacia ti a tu primera invitación y te habría marcado con Mi ardiente beso bautismal en tu frente, un signo celestial de nuestra celebración matrimonial. Luego, amada Mía, te habría coronado con una guirnalda de las flores más fragantes, cada uno de sus pétalos representando una virtud.
Yo soy la Puerta por la que entran los virtuosos, y, como Mi palabra lo ha garantizado, voy a reavivar tu amor por el evangelio para igualar tu avidez a la de los primeros apóstoles, para extender el evangelio de la paz. Y en cada sitio adonde fueras, dejarías tras de ti Mi aroma, perfumando nación tras nación, puesto que Yo estaría siempre contigo.
Te daré el privilegio de crecer en tu amor, no sólo por Nosotros, sino también por tus hermanos y hermanas, para que Nos cantes el salmo2: “Ved qué dulzura, qué delicia, convivir todos juntos como hermanos…”
Me convertiré en tu Ayudante y Acompañante personal, y también tu familia, tu hermano, tu hermana. Me convertiré en tu portador3. Me convertiré en tu amén al Amén4 y tu cántico al Aquel que te canta himnos ahora… Te revelaré, esposa Mía, lo que la carne y la sangre nunca te podrán revelar: Te revelaré la parte más recóndita de tu corazón y también las profundidades y la mente de Dios.
Mostraré Mi favor benignamente, aumentando en ti a la vez que te estaré disminuyendo. La Aurora se estará despertando en ti mientras la Noche estará muriendo en ti.
Yo soy la Luz de tu alma y, bello como una Parusía en ti, brillaré e inauguraré con todos Mis ángeles y santos Nuestra unión de Amor divino. Celebraremos nuestros esponsales… En Mí, gozarás de libertad, sin Mí, tu alma permanecerá cautiva y caerá en las insidias del maligno que te aprisionará. Así que no mires a nadie más, amor Mío, sino a tu Dios tres veces Santo. No te deleites en nadie más en la tierra sino en Aquel que te amamanta con la Vida de Sus Fuentes. No suspires de amor por nadie en la tierra, salvo por el Rey de reyes, el Primero y el Último, y por Su Casa. Y tú, Vassiliki, sobre quien Me posé5 y que Me estrechaste tan tiernamente y con tanto afecto contra tu mejilla como señal de amor, exclamando: “¡He encontrado, a Aquél a quien ama mi corazón!”, y Me apretaste y Me mantuviste sujeto contra tu mejilla no dejándome marchar. Pero Yo también había encontrado Mi macizo de especias, macizo dulcemente perfumado.
“Yo te haré el don de Mi Amor”, te dije. Luego, como gotas de mirra pura, Mis palabras cayeron en tus oídos, abriéndolos para poder oír Mis deseos. “Yo soy tu Vida, déjate guiar por la gracia de ahora en adelante, por Mí. Que tus labios sean como los lirios6, destilando mirra pura. No abandones la lucha, Yo estaré contigo. Lleva la Cruz de Cristo y enamórate de Ella, y Yo estaré contigo. Pon tu fe en Dios y glorifica el Nombre del Padre. Anima a tu generación a conocer al Padre. Diles que Él es un Padre dulce y un Dios de consuelo. Difunde el Conocimiento de Él y Yo estaré contigo. Di a esta generación que el Nombre del Amén llena todo el universo con el perfume más sublime, la fragancia más delicada. Sé veloz como una gacela, saltando barrancos, cruzando valles con Nuestra Palabra, y Yo estaré contigo. Sé como un lirio en tu pureza de intenciones, destilando mirra pura sobre la Iglesia que Cristo compró con Su Propia Sangre. Que Nosotros digamos un día: qué fragante es tu perfume, más fragante que todas las demás especias, y Yo estaré contigo y seguiré alentando sobre ti, Mi jardín, para extender tu dulce perfume por todas partes. Quédate plantada en Mí y fortalécete en tu fe con la fuerza de Mi Poder, de manera que captes la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, hasta que alcances a conocer el Amor del Hijo que está más allá de todo conocimiento, y estés llena de la plenitud absoluta de Dios”. Esto es lo que te dije…
Y ahora, esposa Mía, desposada y revestida de Cristo, adornada con Mi Luz inefable e incrustada como una gema real en Mí, cobra ánimo, Yo estoy contigo, tu verdadero Compañero. Esposa frágil del Altísimo y Padre de todos y que es el Esposo de todos, fija tus pensamientos en Su Soberanía y Su Esplendor, y aliméntate directamente de Su Boca, colocando tu boca en la Suya, para obtener la grandeza de Su Palabra. El flujo de Su Palabra es más dulce que el néctar.
Adhiérete al Pecho de tu Esposo y brillarás en el mundo como una estrella luminosa, pues estarás ofreciendo al mundo la Palabra de Vida. Tu carrera, amadísima Mía, no ha acabado, pero Yo estoy contigo. Aunque todavía habrá flechas ardientes dirigidas contra ti porque has recibido la Palabra de Dios de Mí, sé valiente, pues Yo soy tu Armadura. Sigue difundiendo tu dulce fragancia, esparciéndola en cada nación, sin olvidar que Yo soy tu dulce Amante, el Señor Dios, y que tú, a quien Yo creé para este propósito, eres Mi esposa que ahora pertenece a Mi Casa Imperial.
Yo soy la revelación7 del Hijo y el Hijo es la revelación del Padre y, en Nuestra perfecta sabiduría, Nosotros hemos otorgado a esta generación, y para futuras generaciones, diversos favores como nunca antes en la historia. Para su salvación, Yo suscité profetas para ayudarles a entender y alcanzar el conocimiento más pleno de Nuestra Divina Voluntad. Te he dado enteramente a ellos para exhortarles a través de este Cántico8 y ayudarles a comprendernos y conocernos, y a entrar en el camino de salvación donde se oculta la plenitud de todas las gracias.
Todos los santos y ángeles declaran ahora con voz melodiosa:
“Te damos gracias,
oh Santísima y Adorable Trinidad,
Sabiduría Eterna,
por proporcionar al mundo entero,
en un abismo inefable de generosidad,
Tu Cántico de Esperanza y Amor,
escrito para que conduzca a muchos
a la Salvación Eterna.
“Por gracia excepcional,
has trazado un camino,
perfumado con el dulce aroma
de Tu fragancia,
y sembrado de zafiros,
para que todo el mundo lo siga
y encuentre su más hermoso descanso
en la Eternidad.
Y, en Tu divina benevolencia,
has encontrado este remedio
para sanar a esta generación.
“Oh Primavera del universo,
Amorosísima Trinidad,
Esposo enteramente adorable,
Tú has visitado la tierra, una vez más,
para hablar a Tus hijos de corazón a corazón,
derramando sobre ellos un torrente de gracias,
con el ungido y luminoso conocimiento de Ti.
“Tú, Divinidad Luminosa,
has previsto esta Fiesta9
mucho antes de Tu creación.
El día en que, favoreciendo a tus bienamados,
llamaste a Tu creación,
desde el más pequeño al más grande,
a un día de esponsales con Tu Divinidad,
donde, en esos días de festividad,
compartirías con ellos una unión más íntima,
incrustada en Ti como gema real,
y donde Tú conversarías con ellos
en el interior de su corazón.
“En la ternura de Tu Corazón,
Tú habías previsto que esta divina unión
sería solamente dulzura,
porque Tú estarías pasando Tu tiempo con ellos,
compartiendo sus vidas,
mientras estarían aún en la tierra,
como Tú compartes Tu esplendor
con Tus ángeles.
“Alabanza y gracias sean dadas
a la adorable Trinidad
por regar Sus macizos de flores10,
y por enviar Su luz por todas partes.
Te damos gracias, oh Dios,
mientras contamos Tus maravillas.
“Para llegar al abismo de la fragilidad humana,
abandonaste Tu Trono
y dejaste de lado Tu Corona11 real,
para ornamentar a Tu creación
con una efusión de Tu divino Amor.
Luego, embriagado de Tu Amor por ellos,
les diste Tu Espíritu Santo
que los atraería a Tu cámara nupcial12
y a Tu lecho13 matrimonial,
uniéndose espontáneamente a Ti.
“Oh Trinidad Santa,
Tesoro de los Santos y de los ángeles,
cuando Tu creación se exaltase de Divino Amor,
Te gritarían: ‘Kyrie eleisson, Kyrie eleisson…’,
mientras Tú estarías susurrándoles al oído:
‘Porque abrazasteis la impasibilidad,
habéis encontrado una vivificación espiritual
en Mi abrazo’.
“Dador de Vida
y Dispensador de dones inestimables,
Tú, en Tu ternura, has convocado
tanto a los pobres como a los ricos
para reunirlos alrededor de Tu Mesa Real,
ofreciéndoles un Banquete imperial.
“Gloria al Altísimo, Fuente de deleites inefables,
Fuente que hace fértiles los jardines14,
Pozo de Agua Viva,
Raudales de Amor fiel fluyendo de Tu Corazón,
Amante de la humanidad,
Esposo de Tu creación,
Te adoramos y alabamos Tu Santo Nombre
Tres veces Santo.
Amén.”
Sí, Vassula, todo el cielo se alegra desde que, por Nuestra benévola condescendencia, Nos apiadamos de esta generación. Cristo había dicho: “Si alguien Me ama, guardará Mi Palabra, y Mi Padre le amará. Y Nosotros vendremos a él y haremos Nuestra morada en él15” Y así lo haremos…
¡Oh feliz semilla!16 Si te siembras en Mí, tu cosecha será el Paraíso. Si creces en Mí, florecerás, y tus flores primaverales —puesto que florecerán en la Primavera Misma— perfumarán la tierra. Y la tierra, revivida por tu fragancia aromática, pronunciará su primera palabra: “¡Padre!”, y será salvada.
Tú has ganado para Ti
éste rebelde corazón mío.
Con Tu pródigo afecto y con Tu Amor,
has estrechado mis sucias manos entre las Tuyas,
atrayéndome junto a Ti y dentro de Ti,
alentando una nueva vida en mi alma.
Y con un beso bautismal
acabaste con mi rebelión.
Oh indescriptible deleite de mi alma,
Tú me visitaste, no osando mostrarme,
al principio, la inmensidad de Tu Amor,
por temor a que mi corazón
fuera demasiado pequeño para contenerlo.
Te abstuviste de revelarme enteramente
el ardor de Tu Amor por temor
a que, en mi debilidad humana, huyera.
Pero entonces,
en la exuberancia de Tu Amor,
Te desposaste conmigo…
Te desposaste conmigo,
a pesar de mi gran miseria y culpa,
uniéndome totalmente
a Tu Santidad Trina y Una.
Este don gratuito,
concedido por Tu Propia Voluntad,
otorgado a un indigno gusano como yo,
me sigue aturdiendo hasta hoy…
Oh Sol radiante de mi alma,
Tú que tan delicadamente
me has alimentado de cuajada y miel17,
estás ahora aquí,
visitando la tierra una vez más.
pero la tierra, de nuevo, desconfía de Ti
y se niega a acogerte.
Mi Bienamado bajó a Su jardín18
al macizo de especias19,
para apacentar Su Rebaño20 en los jardines,
y recoger lirios21.
Mi Bienamado vino
para llamar a Su Propio Rebaño
y recoger lirios en los campos,
que no tienen otra preocupación
más que AMAR.
Él vino a recoger Sus lirios
para Su Propio placer.
La Sabiduría divina ha visitado la tierra
para recordar a los Suyos
que no hay más que una teología,
la de contemplarte a Ti
en Tu Gloria Trina y Una.
Así pues, Esposo delicadísimo,
déjame ser Tu rosa sin espinas,
y Tú, mi Agua Viva.
Allí, mi tallo, metido en este Agua Viva,
no morirá, sino que extraerá vida
y vivirá eternamente,
puesto que estaré sumergida
en el Dios Eterno Mismo.
Has sido favorecida por el efluvio de Mi fragancia22, y Yo te he permitido contemplar Mi Santo Rostro que ha brillado en ti23. No, este recuerdo de Mi Santo Rostro nunca se disipará de tu memoria. Yo transciendo tierra y cielo en majestad y esplendor, y Mi Nombre, y ningún otro, es sublime, elevando al pobre de espíritu para unirse a Mí. Me muevo en ellos y ellos se mueven en Mí. Por Mi Amor exuberante, como te he inspirado que lo llamaras, te he ofrecido dones gratuitos en abundancia, porque sólo estoy interesado en aquellos que Me temen24 y en los que se fían de Mi Amor.
No, no he venido a infligirte un castigo, por el contrario, vine a ti para desposarte, y como esposo que prodiga regalos a su esposa, Yo te he adornado con Mis divinos regalos. No es la elocuencia de palabras lo que Me conmueve o afecta, sino un espíritu contrito. ¿No os enseña la Escritura a amar la virtud? Si Me buscáis con sencillez de corazón, no poniéndome a prueba, entonces Yo, en Mi Benevolencia, bajaré del cielo como un rayo al interior de vuestro cuerpo, y seré vuestra lámpara.
Se os ha enseñado que la lámpara de vuestro cuerpo es vuestro ojo, y así es, porque un ojo enfermo no tiene visión y sólo tiene oscuridad, mientras que un ojo sano ilumina la vista. Yo soy esa lámpara, y quienquiera que Me tenga en su interior, buscará las virtudes verdaderas y no los vicios. Yo soy la verdadera lámpara de tu cuerpo, que llena tu cuerpo entero de los tesoros y esplendores de Nuestro Reino. Esos tesoros y esplendores son las virtudes. Donde hay Luz, hay virtud. Donde hay Oscuridad, hay vicio. No te equivoques y te aferres a este mundo agonizante, sino sé fiel a Mí y vivirás Conmigo en el amor. Ama la virtud.
Al principio, Vassula, se te pidió que vivieras santamente y fueras santa. También te aconsejé que, si echabas raíces profundas en Mí, no oscilarías con el viento, ni ninguna de tus ramas se desgajaría con cualquier clase de tempestad. Entonces tu fruto sería copioso, suficiente para alimentar a una multitud y a generaciones. Si permanecías leal a Nosotros, te dije que te concedería favores especiales, y eso hice. Te incrusté como gema real en Mí, y Me dirigí a ti. Te restauré y te alimenté para que crecieras en virtud. Te di virtudes tales como amor y paciencia, sabiduría, conocimiento, fortaleza y perseverancia. Cristo te ofreció Su paciencia y, al mismo tiempo, la gracia de la esperanza. Para levantar tu esperanza de que un día la santidad sería recompensada, te he enseñado a soportar todas las pruebas que se te pusieron, con santa paciencia.
En tu fragilidad humana, buscaste, agradarnos. Por eso Nosotros nos inclinamos sobre ti y te amamos. La Sabiduría se da a los niños y por eso Nosotros, en Nuestra Santidad Trina y Una, encontramos en ti sencillez de corazón y te enseñamos que tenías que adquirir Sabiduría, pero que Nosotros estaríamos ayudándote. Dijimos que te ayudaríamos a imitarnos y a ser Nuestro altar viviente, en el que pondríamos Nuestro conocimiento, para que tú Nos entendieras y conocieras.
Buscaste agradarnos, y Nosotros encontramos Nuestro consuelo en ti. Yo soy el Espíritu que enseña y da templanza. Alma, que tus chispazos se apaguen aún más. Tu cercanía a Nosotros es riqueza para tu alma. Sí, tu cercanía a Nuestra real Munificencia te hace perseverante, no sólo para tu misión sino para alcanzar una santidad invencible. Te dije, amadísima Mía, que amaras la virtud, y te comparé a un árbol que tiene muchas ramas, rico en follaje, porque estabas arraigada en Mí, la Fuente del Amor, y de esa Fuente fuiste regada para producir muchos y variados frutos, frutos de virtudes. Hablo de una variedad de virtudes porque, quienquiera que esté arraigado en el Amor, que es el principio de todas las virtudes, dará a luz a todas las demás virtudes.
¿No dice la Escritura: “El Amor soporta; el Amor siempre es paciente y amable; el Amor nunca es celoso o jactancioso; el Amor no es orgulloso, no es áspero ni egoísta; el Amor no se ofende ni guarda rencor; el Amor no se complace en los pecados o vicios de otras personas, sino que se alegra en el Espíritu Santo y se deleita en la verdad; está siempre preparado para excusar, confiar, esperar y soportar lo que venga”?
Te he dado la virtud de la fortaleza para que sea en ti el principio de todas tus otras virtudes, puesto que estaba preparando tu alma para esta batalla de tus tiempos, donde el bien es deformado en mal. Al principio, Cristo te enseñó, así como el Padre, a través de Mí, que te enviaríamos, amada Mía, a las viles profundidades del pecado, donde los que vuelven a crucificar a Cristo llevan como una corona la iniquidad y el vicio. Nosotros te mostramos, a través de las visiones infundidas en tu intelecto, que te enviaríamos al nido de víboras, y que con la virtud de confiar en Nosotros, junto con la virtud de fortaleza, podrías soportar y perseverar.
Tú soportaste todas las injusticias, las flechas venenosas lanzadas contra ti, con esa virtud. Soportaste grandes pruebas por causa de Nuestro Nombre, y muchos de los que te contradijeron no pudieron quebrarte. Aunque desde el exterior parecías frágil, te hice fuerte en tu interior, prueba de que Yo estoy muy dentro de ti, y de que tu virtud está efectivamente arraigada en la Verdad. Como he dicho, si estás arraigada en Mí, que Soy la Fuente del Amor Divino, obtendrás la virtud de amar. Entonces, como pequeñas ramas, el Amor dará origen a otras virtudes. Existen numerosas virtudes otorgadas a cada uno de los que fueron suscitados por gracia para amarme. Y todo lo que se distribuye, es distribuido por Mí.
Una vez te dijimos al principio que no tendrías descanso, y que a veces tu dolor sería intolerable a la vista de la sordera y obstinación de ciertas almas, pero con tu sufrimiento por Nuestra causa, has demostrado tu paciencia, que está ligada, como te he dicho, a la Fuente, que es amor. Para ampliar el espacio de Mi Morada25, quité todo lo que Me estaba obstruyendo, y Mi Luz se levantó en la oscuridad y las sombras se volvieron como el mediodía. Di fuerza a tus huesos y te hice florecer con Mi Presencia.
Sé fuerte y muéstrate digna de ser Mi esposa, casada con la Verdad. Sé perseverante y fuerte con Mi Espíritu de fortaleza, para continuar dando testimonio de la Verdad con celo y con valor. Con esta virtud, que Yo doy por Mi Gracia a los mártires, tú puedes vencer a todos tus detractores, y a todos esos que no cesan de proclamar la muerte de Mi ángel26. Como el sol, continuarás brillando en Nuestra Presencia Trina y Una, y en cada nación a la que te enviemos. Buscas agradarnos, soportando los dolores de largos viajes para reavivar a la Iglesia y defenderla.
Los que defienden fielmente a la Iglesia y dan testimonio son para Nosotros como antorchas vivientes, porque sus palabras centellean en la oscuridad del mundo. Yo les doy un corazón de guerrero, para luchar en el buen combate de la fe y la justicia, y unirse en esta batalla espiritual de vuestros tiempos a Mis arcángeles Miguel y Rafael, que son predominantes en fuerza y valientes Guerreros de Justicia, y observan a través de Mi Luz cada aspecto del comportamiento humano… Buscaste agradarnos, con devoto afecto y lealtad, así que te hemos escondido a la sombra de Nuestra Mano, tomándote a Nuestro cuidado.
Mediador de cada uno, Yo Soy. Garante de tu bienestar, Yo Soy. Fuente sublime de la Unidad de los Cristianos, Yo Soy. Unidad suprema del Padre y el Hijo, Yo Soy. Unción del pobre en espíritu, Yo Soy. Oración incesante en tu interior, Yo Soy. Esposo todos vosotros y Compañero Perpetuo, Yo Soy.
Amadísima esposa, has aprendido ahora de Mi Boca, y de una manera inefable, por gracia, lo que a Nosotros se refiere. Te he estado enseñando que el conocimiento de Dios, a través de Mí, es un conocimiento trinitario para refutar herejías y lo que se parezca. ¡Ah, Vassula! Aquel a Quien permitiste echar raíces en tu más recóndito ser, es la Verdad que transfigura las almas, convirtiéndolas en un Paraíso delicioso, donde se puede encontrar una gran variedad de árboles que representan toda clase de virtudes. Éstos son los cielos que Nosotros habitamos perpetuamente.
Y ahora te he cantado como un esposo cantaría a su esposa: un cántico de amor, un cántico de amor divino para recordaros a todos que sois herederos de Nuestro Reino. Este cántico os ha sido cantado por el Himno27 Mismo, para permitiros a todos saborear, mientras estáis aún en la tierra, Mi suprema dulzura eternamente unida a vosotros.
Así, el Esposo os acoge diciendo: “Venid ahora, con un espíritu contrito y llenaos de Mí. ¡Que venga todo el que esté sediento! Yo tengo el Agua de Vida y la tengo gratuita”. Yo, el Amante de la humanidad, el Señor Dios, te pido, hija de la Trinidad, que tomes los otros dos cánticos, cantados para ti por el Padre y el Hijo, junto con éste y pongas por nombre a Nuestra Obra:
Cántico del Esposo.
En Nuestro Cántico Divino hay muchas expresiones de Nuestra dulzura Trina y Una, con enseñanzas amorosas, para que muchos árboles prosperen y crezcan. Pero, en cuanto a los árboles estériles, Yo vendré con una hueste de ángeles y los arrancaré en invierno, y así estarán dos veces muertos.
Inscribid en vuestro corazón, todos vosotros, esta verdad fundamental: “El Señor Dios conoce a aquellos que son Suyos y por tanto les permite acercarse a Él”. Éstos están destinados a alcanzar la perfección en la unión divina e íntima con Nosotros. Están llamados a ser transfigurados en Nosotros y a ser uno con Nosotros. Su antiguo yo no existirá ya, sino que de una manera inefable que di siempre a Mis santos, Yo los deificaré en Nuestra unión. A través de Mí, deifico a todos aquellos a quienes estoy unido y no hablan ya por su cuenta sino de la manera que Yo hablaría. No ven ya con sus ojos, sino de la manera como Yo vería las cosas. Sus actos serán Mis actos.
Se te ha dado un anillo de oro28, un adorno del oro más fino, el día de tus esponsales espirituales, como símbolo de compartir la Cruz. Por lo tanto, te invito una vez más a soportar con paciencia tus pruebas.
Concédenos tu tiempo, y ahora, amadísima hija, ven a descansar en Nosotros.
Busquemos la comprensión
del Dios invisible
con simplicidad y pureza de corazón.
Busquemos la comprensión
de Su Amor exuberante
en la unión e intimidad divinas
que Su Majestad se ha dignado ofrecernos,
abandonándonos totalmente a Él.
Por Tu gran condescendencia,
Amante de toda la humanidad,
nos has cantado para alegrarnos.
Como Esposo que prepara un banquete
para su esposa,
Tú has preparado para todos nosotros
un banquete real
para que podamos todos festejar
en la generosidad de Tu casa.
Tú nos das de beber de Tu río de placer.
Sí, porque Contigo, mi Señor,
está la fuente de Vida,
mediante Tu Luz, podemos ver la Luz.
Como ansía una cierva corrientes de agua,
así mi alma Te ansía a Ti, Dios mío;
mi alma tiene sed de Dios, el Dios de Vida,
el Dios de Esperanza, el Dios del Consuelo,
¿cuándo veré de nuevo el rostro de Dios?
Mi corazón dijo de Ti:
“Busca Su Santo Rostro”,
y, como un rey rinde homenaje a su reina,
de la misma manera, por Tu perfecta bondad,
Tú rendiste homenaje a mi indignísima alma,
mostrándome Tu belleza,
mostrándome Tu Santo Rostro.
Fortaleza salvadora de mi alma, pastoréame,
y que mi alma disfrute de Tu dulzura.
Tú has dado fuerza a unas débiles manos,
instruyéndome, dirigiéndote a mí
de la manera más deliciosa,
haciendo brillar Tu Luz
en la lóbrega y profunda sombra.
Allá abajo, a las tinieblas,
descendió Tu Majestad con pesar en Tus Ojos,
para librar al esclavo-del-lóbrego-mundo,
y llegar hasta mi tumba.
Yo había muerto por falta de Sabiduría.
¿Quién era yo, Amadísimo mío,
para darme tanta importancia?
¿Era justo, mi Rey, que fijaras Tus Ojos en mí
y adornaras mi alma de vestiduras reales
con Tu Palabra, arriesgándote, por mi causa,
a depreciar Tus Obras?
Sí, yo había perecido al salir del útero.
Como un niño nacido muerto,
vine al mundo con una nube suspendida sobre mí.
Creí que existía,
pero nunca había existido, no,
hasta que viniste a alentar vida en mí.
Cuando abrí los ojos
y vi a distancia Tu Presencia,
mi corazón se abrió como una flor
y todo lo que había dentro de mí,
como madera podrida y desmenuzada,
se transformó en un jardín.
Entonces mis mejillas se llenaron de risa feliz
al ver a mi Redentor de pie, tan cerca de mí,
y mis labios irrumpieron en un grito de alegría
desde el momento en que aspiré e
l aliento de Vida.
Tus obras, Emmanuel, son grandes,
más allá de toda estimación.
Tus Maravillas, Emmanuel,
sobrepasan toda cuenta.
Y ahora, daré rienda suelta a mi alegría.
Dejaré que mi alma entusiasmada
hable en voz alta:
Hoy no necesito llamar a la tumba en que yacía:
“mi esposo”, ni al gusano: “mi amigo,
mi hermano y mi hermana”.
Hoy llamo a la Vida: “mi Esposo, mi amigo,
mi hermano y mi hermana”.
En Ti recojo mi mirra,
de Ti me alimento de miel,
y vino y leche son la bebida que me das.
Y así, oro de rodillas,
y Te suplico que recojas todas Tus Flores29
FNpara que sepan que Tu compañía, oh Santísimo,
es fulgor para el alma, riquezas innumerables.
Tu Compañía, Mirra de mi alma, es pura alegría.
Ahora soy como una niña, feliz y dispuesta.
Si alguien se aventura a exhalar
soplos ardientes contra Tu niña,
Tu fuerte Brazo estará allí para protegerla.
El Mal nunca puede triunfar sobre el Amor,
y donde está el amor, estás Tú…
Nunca seré abandonada…
¿Crees que no estoy conmovido30, amadísima Mía, con todo Mi Corazón? No escuches todo el ruido que hacen a tu alrededor. Estás enclaustrada en el Corazón de tu Salvador. Allí dentro está tu refrigerio. Permanece en Mí, hermana Mía, Mi propiedad. Abre tu mano31…
Habiendo reconocido tu indignidad, haciendo eso, Me has ofrecido un ramo de flores y tu abandono. Has reconocido que Yo, que soy el Camino, la Verdad y la Vida, vine a Tu tumba y te resucité. Y todas las gracias y dones que te he concedido, han sido otorgados a un alma sin méritos.
Ríndete a lo que es bueno, y acabarás con honor delante de Mi Trono. Separa lo bueno de lo malo.
Ecclessia revivirá, amadísima Mía.
Yo te bendigo. Estoy contigo.