21 de mayo de 1997
Señor, dicen las Escrituras: “Los pobres recibirán tanto cuanto deseen comer.”1 Hoy tú estás llenando nuestras bocas hambrientas con Tu Palabra, así que ¿por qué esta agitación por parte de Tu Casa?
Porque tu mano está desenmascarando a todos los enemigos que se han infiltrado en Mi Iglesia.
Pero ellos sacuden la cabeza y se mofan de Tus Palabras.
No te preocupes por los malvados. Llegará el día en que serán expulsados de Mis Atrios2. Pero tú, tú no has de sacar la espada…
Tú me ofreciste una visión el otro día, y parecías tan feliz, ¡tan lleno de Alegría!
Estaba mirando a Mi bienamada…
¡Ah! ¿qué puedo decir?
Mi Nombre…
Jesucristo, amadísimo Hijo de Dios y Salvador.
Ten confianza, tanto como confiabas ese día. Fíate de Mí cuando te digo que, pase lo que pase, Yo permaneceré contigo, de esta manera, hasta el final. Que Mi Corazón se complazca siempre así contigo…3 En medio de tu inocencia, desde luego. ¿Disfrutas de este viaje Conmigo?
Mi Rey… ¿puede un Rey
revestido de Majestad y Gloria,
envuelto en un manto de luz y esplendor,
disfrutar, como Tú pareces estar disfrutando,
de la compañía de un gusano?
Tú has cautivado a Tu Rey a causa de tu miseria. Y tú, tú has sido cautivada por Todo lo que Yo Soy y que tú no eres.
Tú viniste a alguien sin renombre.
Tú colmaste a los hambrientos
de cosas buenas.
Yo pienso alabarte toda mi vida.
Mi bienamada realizará Conmigo lo que Me agrada, y Yo, Yo te sujetaré firmemente junto a Mi Corazón. ¿No has leído, “si un hombre es inocente, Yo le daré la libertad…”?4
5No, no digas nada ahora, sólo ámame… amor por Amor, corazón por Corazón.
Que el amor levante tu alma hasta Mí.