3 de abril de 1997

Señor de la Paz,
vela por mi alma y sé mi protección
contra los lobos que me acosan
por proclamar todas Tus maravillas,
y por anunciar mi amor por Tu Casa.
Libra mis pies de sus redes y trampas.
Vuélvete a mí.
¿Ves cómo se multiplican los lobos?
¿Ves su violencia?
Con fuertes gritos me denuncian,
haciéndome pedazos ante Tus Ojos.
Ellos maquinan falsas acusaciones,
sus bocas abiertas totalmente para acusarme.

No te preocupes por ellos, Yo estoy contigo. Te doy Mi Paz y Mi Amor.

Eleva, hijita mía, hija de Mi Corazón, tu espíritu al Mío y no caigas. ¿No te has dado cuenta de Mis victorias?1 Mi gloria brilla dentro y fuera de estos mensajes. Permanece devota a Mí, orante y difuminada, para que Yo sea visto adondequiera que vayas2. De esta manera podremos avanzar. Tú con Mi cruz en una mano y en la otra Mi Palabra, que será tu lámpara, mientras que Yo, tu Rey, caminaré majestuosamente y victorioso a tu lado, acumulando gloriosamente Mis triunfos con tu fidelidad, al tiempo que el cetro glorioso en Mi Mano seguirá dirigiendo tus pasos donde deban pisar y donde Yo desee que vayas en Mi Nombre.

Ahora descenderemos incluso más para encontrarnos con aquellos que están en las viles profundidades del pecado, para enseñarles perdón, amabilidad, misericordia, amor, fe, esperanza. Y Yo Me inclinaré desde las alturas de Mi Gloria hacia los moribundos3, a pesar de todo tan amados por Mí… Para sanarlos, para consolarlos y para decirles cuán valiosos son para Mí. Todo desaparecerá un día y se desgastará como una prenda de vestir, pero Mi Amor por ellos seguirá inalterable…

Apóyate ahora, queridísima Mía, en Mi Sagrado Corazón para que cada latido que oigas unja tu alma como óleo nuevo, renovándote y refrescándote. Y mientras te apoyas en Mi Corazón Real, estarás bebiendo de Su corriente, un agua viva que se convertirá en un manantial dentro de ti, brotando hasta la vida eterna. Sé constante de corazón, pues Yo soy tu Salvación.

Te bendigo en Mi Santidad Trina y Una, tres veces.


1 Las asambleas más llenas que nunca, en mis encuentros de oración.

2 Esto es simbólico pero también literal, cuando Cristo aparece en mi rostro, borrándome por completo.

3 Espiritualmente.