29 de junio de 1988
¿Señor?
Yo soy. Flor, este Amor que tengo por toda la humanidad jamás ha sido comprendido debidamente. ¡Y Yo sufro por eso! Sufro profundamente. Alma queridísima, dame descanso, dame descanso amándome.
Oh Señor,
si puedo aliviar Tus sufrimientos,
compartiéndolos,
permíteme que lo haga.
Dispón de mí.
Utiliza todas mis moléculas.
Enséñame a amarte infinitamente.
Te amo, Vassula de Mi Sagrado Corazón. Estamos compartiéndolo todo. Vassula, sé consciente de que estas compartiendo Mi Cruz, estás compartiendo Mi Pasión. ¡Oh, Vassula! Mi sangre está brotando de Mi Cuerpo a raudales. Estoy siendo crucificado de nuevo por los Míos, por la apostasía en el santuario mismo de Mi Iglesia, por cardenales, por obispos, por sacerdotes. Mis más íntimos amigos Me están traicionando. He sido abandonado por muchos. He sido azotado por muchos. He sido traspasado por Mis amigos más íntimos. Estoy sufriendo y estoy atravesando una segunda Pasión.
¡Señor mío!
¡Ámame! ¡Ámame! Que pueda Yo pronunciar las mismas palabras que te dijo tu ángel de la guarda. Éstas fueron sus palabras: “Nadie ha querido jamás a su ángel tanto como tú”. Pequeña, que pueda Yo decirte un día: “En tus tiempos, nadie Me amó tanto como tú”.