Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hasta el año pasado en Rodas, durante el verano, un puñado de gente de la Verdadera Vida en Dios se reunían para compartir y vivir los mensajes. Visitamos algunos santuarios y rezamos allí juntos, pero nunca dándonos cuenta de que lo que estábamos haciendo era un retiro, aunque fuese muy pequeño. Fue de nuevo, el año pasado en Rodas, que nuestro buen Pastor nos convocó una vez más para reunirnos de la misma forma, pero el número de personas que vinieron aumentó enormemente. Aquella reunión necesitó más organización y más trabajo. Mi hermana, Yanula, organizó nuestro encuentro y nuestra peregrinación a Patmos. En aquel encuentro rezamos y compartimos nuestros problemas y alegrías que nos proporcionan el trabajo que hacemos para la Verdadera Vida en Dios. Posteriormente, viajamos juntos visitando diversos santuarios. No sé pues, si a ese tipo de encuentros que hicimos se les denominaba «retiro».

Como consecuencia de su éxito, y del entusiasmo mostrado por todos para volverse a encontrar de nuevo de la misma manera, el Espíritu del Señor me hizo comprender que podríamos reunirnos otra vez, pero en Su propio lugar, aquí, en Tierra Santa. Gracias a los organizadores, las cosas ya comenzaron a moverse el verano pasado para la preparación del día de hoy. Nunca imaginé que nuestro Buen Pastor reuniría a tantos de nosotros aquí e hiciese crecer nuestro número de tal forma que hemos tenido que limitar de alguna manera ese número.

La forma en la que Dios siempre trabaja conmigo es presentándome la situación en bandeja, es decir, sin darme cuenta de que es Él quien me lleva del brazo para llevar a cabo los retiros.

Espero con todo mi corazón que esta reunión de oración, y alabanza aquí en Tierra Santa, sea una bendición para todos nosotros y para toda la Iglesia. En uno de los mensajes Jesús dijo: «Hoy cualquier delicadeza de parte de Mis criaturas para reparar Mi Casa tambaleante, Me afecta profundamente. Cualquier paso hacia la unidad regocija a todo el Cielo, cualquier oración ofrecida por la restauración de Mi Cuerpo disminuye la ira de Mi Padre, cualquier asamblea en Mi nombre por la unidad, hace derramar Mis bendiciones sobre los miembros de esas reuniones» (5.10.94)

Aquí citaré un pasaje de San Pablo, en la segunda carta a los Corintios: (2 Co 2:14-17)

«Con todo, doy gracias a Dios, que nos hace triunfar en Cristo y por nosotros manifiesta en todo lugar el aroma de su conocimiento; porque somos para Dios suave olor de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden; en éstos, olor de muerte para muerte; en aquéllos, olor de vida para vida. Y para esto, ¿quién es suficiente? Porque no somos muchos, que trafican con la palabra de Dios, sino que sinceramente, como de Dios, hablamos delante de Dios en Cristo.»

Y nosotros, mis queridos amigos, que estamos reunidos aquí hoy, hemos sido llamados por nuestro Señor para que recemos fervientemente por la reconciliación entre los hermanos. Podríamos haber estado tres o cuatro personas rezando por la unidad en algún domicilio privado, pero somos demasiados como veis para reunirse y rezar en alguna casa privada. Ha venido gente de 35 naciones para juntarse y rezar por la unidad y por la conversión del mundo con el único deseo de agradar a Dios y hacer Su Voluntad.

Jesús está sediento de unidad pero de la misma forma, así lo están otros muchos que no están hoy aquí con nosotros. El señor nos reunió aquí, y aunque parezca que somos muchos solo somos un pequeño puñado frente al mundo, pero es para mostrar al mundo que podemos reconciliarnos y vivir en armonía, emanando el amor de Dios. Dios nos reunió aquí desde diferentes Iglesias, para hacer de nosotros un ejemplo de reconciliación para los demás que no quieren o complican la unidad. Estamos aquí para mostrar a aquellos que evitan la unidad diciendo que «existen graves elementos que nos dividen» que no hay diferencias serias entre nosotros. Tenemos que rezar por aquellos que no quieren la unidad según la intención de Nuestro Señor pues ellos se están oponiendo a la Voluntad de Dios y cometiendo un grave pecado permaneciendo divididos. Esto es lo que Nuestro Señor dice:

«Deseo a mis hijos unidos. Daos cuenta de la gravedad de vuestra división, de la urgencia de Mi llamada y de la importancia de Mi petición. Todo lo que os pido es amor para romper las barreras de vuestra división.» (20.10.91)

Si no hay amor o humildad no habrá unidad.
En este fin de los tiempos Dios nos llama para convertirnos en apóstoles de amor y de unidad, al reunirnos todos juntos y no diferenciándonos uno del otro. Cuando nos juntamos de esta forma para rezar al Espíritu Santo y darle la libertad de insuflar en nuestros corazones Sus deseos, al final se efectuará la Voluntad Divina de Dios, y la unidad se llevará a cabo según el pensamiento de Dios.

Estamos llamados a expandir el Reino de Dios en este mundo que se ha convertido, en su apostasía y su división, en un desierto. Estamos llamados a dar a conocer el Amor de Dios a nuestros hermanos y a nuestras hermanas que rechazan fríamente dicho Amor, ya que no han conocido a Dios ni probado Su tierno Amor. Estamos llamados a cumplir los Santos Sacramentos de la Iglesia y ser un ejemplo para nuestros hermanos y hermanas de cómo honrar a Dios siguiendo lo que Él nos ha enseñado. Estamos llamados a la adoración frente al Santísimo Sacramento, donde delante de Jesús podemos reposar en Su Corazón y recrearnos contemplando Su Santidad Trinitaria. Absortos en ese reposo seríamos alimentados por Su Divinidad. Estamos llamados a recordar al mundo que Jesús ha verdaderamente resucitado y por tanto, deberíamos vivir Su Resurrección durante cada minuto de nuestra vida, llamándole Compañero Santo, Esposa, Maravilla Consoladora, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de la Paz.

Estamos llamados a ser testigos del amor íntimo de Dios, y enseñarle al mundo el significado de las palabras del Padre cuando dijo: «Lo que quiero es amor, no sacrificio; lo que quiero es conocimiento de Mi Mismo, no holocaustos.»(25.9.97) y, en otro pasaje: «Os ofrezco Mi Corazón y como un novio que se apresta para salir de su casa para juntarse con su novia, Yo me apresto en unir Mi Corazón a vosotros y complacerme en vosotros e intercambiar con nuestras caricias nuestro mutuo amor. Sea como en los cielos: Amor por amor, Corazón por corazón.» (25.9.97).

Quiero recordaros a todos el mensaje dado por Jesús el 3 de abril de 1996, cuando nos decía que en los últimos tiempos, Él, unido a nuestra Santa Madre, erguirían apóstoles y los enviarían a recordar al mundo Su gran amor: «Se había dicho que al final de los tiempos, Nuestros Dos Corazones harían surgir apóstoles, y serían llamados: apóstoles del fin de los tiempos. Éstos serían instruidos por la Reina del Cielo y por Mí Mismo, para ir a cada nación a proclamar sin miedo la Palabra de Dios. Incluso cuando fueran empapados en sangre, por los sañudos ataques del Enemigo, no se derrumbarán, su lengua traspasará los enemigos de Mi Iglesia, como una espada de doble filo, al exponer sus herejías. Nunca vacilarán, ni conocerán el miedo, porque Yo los proveeré con un espíritu de valentía. El azote destructor no los alcanzará. No dejarán una piedra sin remover. Perseguirán a los pecadores, a los predicadores altivos, a los grandes y a los orgullosos, a los hipócritas, a los traidores de Mi Iglesia. Los perseguirán con Mi Cruz en una mano y el rosario en la otra. Y Nosotros estaremos a su lado. Destrozarán las herejías y construirán en su lugar fidelidad y verdad. Ellos serán el antídoto contra el veneno, porque brotarán, como capullos, del Corazón Real de María.» (3.04.96)

Sabemos que Dios nos dice que Él originaría con Su Mano poderosa, apóstoles para este fin de los tiempos y que Él les proporcionaría un espíritu de celo para Sus designios.

Un apostolado es un es una tarea que cada Cristiano debería efectuar, cualquiera que sea su grado de caridad. El Espíritu Santo utiliza almas en todos los estados de su vida espiritual para Su obra en la Iglesia; y las misiones que les confía no son según la medida de su amor ni según la medida de su capacidad humana.

Pero Dios las dota con la fuerza del Espíritu Santo y las capacita para acometer su misión. El Espíritu Santo las preparará para salir al mundo, especialmente allí donde la herejía, la inquinidad y el pecado florecen con el fin de que practiquen su apostolado. Llenos de celo y de Amor por la Casa de Yahvé, estas almas que el divino amor unió en una unión inseparable con Dios atravesarán el fuego para ganar almas para el Dios, habiéndose percibido del valor de cada alma. Acordaos: ganar un al alma para Nuestro Señor supera a cualquier otra clase de servicio que le podamos dar a Dios pues, para Dios, una sola alma tiene más valor que cualquier otra cosa y así, mediante nuestras oraciones y sacrificios o con cualquier otro carisma con el que Dios haya provisto a nuestra alma, podremos ganar estas almas y llevarlas a Dios. Seamos la Red de Dios.

Tenemos, por tanto, que depender más del Espíritu Santo porque es en Su gracia cuando Él adorna nuestra alma con Sus dones para prepararnos. La gracia existe y nos ha sido dada gratuitamente y sin ningún mérito. Con la gracia, nuestra alma está elevada a las alturas de la misión requerida por Dios a nosotros, llenándonos de amor divino. Cuantas veces nuestro Señor ha dicho en los mensajes: «Id y evangelizad con amor por el Amor». El Espíritu del Señor aumentará nuestro amor por nuestro prójimo para que deseemos salir al mundo a conquistar almas amando y llevándoselas al Señor.

Dios está a nuestro lado y eso es manifiesto con las bendiciones con las que Dios corona Su mensaje y continúa expandiéndolo maravillosamente a pesar de toda oposición. Es manifiesto que Dios está a nuestro lado por las protecciones que me asegura y que me da. Humanamente hablando, debería haber estado destrozada pero no lo estoy. Debería estar debilitada con todos estos viajes y no lo estoy, debería haberme desanimado con las persistentes acusaciones y tampoco lo estoy. Estoy en pié y recuperada y con júbilo saltando de alegría.

A cada uno de nosotros, Dios nos ha dado una cantidad diferente de talentos. Dios nunca deja sin recompensa la fidelidad de quién ha cumplido su tarea. Haber enterrado el talento conlleva la pena del infierno; así pues multipliquemos nuestros talentos para gloria de Dios.

Como he dicho, dependemos más del Espíritu Santo que, cuando da carismas al pueblo de Dios, los da para el beneficio de la Iglesia. Nuestro Señor dice que la Iglesia hoy tiene necesidad de una renovación y eso me recuerda las palabras que me dijo al principio:

«Reaviva Mi Iglesia, embellece Mi Iglesia, une Mi Iglesia»

Por nuestra cuenta no podríamos hacer nada, pero con la fuerza del Espíritu Santo, después de haberle permitido actuar en nosotros para perfeccionarnos y crecer en nuestro amor, podremos entonces hacer la Voluntad de Dios ya que el Espíritu es fuerza y vida.

Y las obras que llevemos a cabo serán Sus obras y según Su pensamiento. El Espíritu Santo es el Espíritu de Amor que reaviva y reconstruye la Iglesia con amor. Por lo tanto, debemos todos se dóciles para que el Espíritu pueda formarnos y tomemos la forma que Él quiere que tengamos.

A cada uno de nosotros le incumbe una misión de apostolado. Cada Cristiano, como miembro de la Iglesia, puede probar su amor a Dios y al prójimo multiplicando sus talentos que le fueron dados por el Señor desde el principio. Aunque nuestras intenciones de enterrarlos sean muy fuertes, debemos intentar vencerlas, pues sino seremos severamente castigados.

Así pues, testifiquemos a nuestro modo y en la manera en la que Dios nos ha dado, ya que para amar, debemos servir y al servir, llegamos a la perfección del amor.

Finalizaré diciendo que en estos días, mientras estamos de nuevo reunidos, os recordaré lo que es la espiritualidad trinitaria de la Verdadera Vida en Dios, y es por lo que me abandonaré a la libertad de Dios que ha elevado a los profetas y que ha hablado y se ha revelado a Sí Mismo de muchas y diversas maneras(Heb 1.1) para comunicarnos de nuevo Su mensaje esta semana, mediante una débil mano, miembro del Cuerpo de Cristo. Ha derramado su Espíritu sobre toda carne y yo soy una de las hijos e hijas a través de la que vuelve para reanunciarnos Su Palabra bendita.

La Santísima Trinidad nos ha confiado Su Noble Tema al que llama la Verdadera Vida en Dios. Dice: «Dirigiremos Nuestro Himno de Amor a esta generación moribunda y a quienquiera que escuche, sea bendecido. Quienquiera que lo escuche crecerá alto y también fuerte como un árbol porque su raíz estará creciendo en Nuestros Mandamientos y en Nuestros decretos»

Recemos:
Padre, nos consagramos en cuerpo y alma a Tu servicio, para que Tus ojos y Tu Corazón no nos abandone nunca.
Establece Tu Trono Real en nosotros y danos Tus órdenes.
Haznos avanzar en la pureza de corazón para realizar todo lo que nos has dado.
Amén.