Señor, Dios mío,
eleva mi alma desde la oscuridad
hasta Tu Luz,
envuelve mi alma en Tu
Sagrado Corazón,
alimenta mi alma con Tu Palabra,
unge mi alma
con Tu Santo Nombre,
prepara mi alma para
escuchar Tu palabra,
infunde Tu dulce fragancia en
mi alma, reviviéndola,
arrebata mi alma
para deleitar Tu Alma.
Padre, embelléceme a mí, Tu hijo,
destilando Tu purísima mirra
sobre mí.
Tú me has llevado a Tu
Morada Celestial,
donde están sentados todos los Elegidos,
y me has presentado a
Tus Ángeles.
¿Qué más puede pedir mi alma?
Tu Espíritu me ha dado vida
y Tú, que eres el Pan Vivo,
me has devuelto la vida.
Me has dado a beber
Tu Sangre
para que pueda compartir Contigo
Tu Reino, por toda la eternidad,
y vivir para siempre jamás.
¡Gloria al Altísimo!
¡Gloria al Santo de los Santos!
¡Alabado sea Nuestro Señor!
Bendito sea Nuestro Señor
porque Su Misericordia y Su Amor
se extienden de edad en edad
y lo harán por siempre.
Amén.

29 de enero de 1990 (29.12.1989) (Extracto tomado de: Una Llamada Nupcial Divina ‘)