26 de diciembre de 1994
Tú Me has confiado este Mensaje,
Me has encargado cuidar de Tus Intereses,
pero mis opresores están uniendo fuerzas
contra Tu Mensaje, para aplastarlo.
¿Qué puedo hacer ahora,
con las manos desnudas?
Lo sé, ámame y concédete algún descanso. Hijita Mía, al final triunfaré, así que preocúpate ahora de los Latidos de Mi Corazón. Cada Latido es una llamada a un alma para que vuelva al Amor. Mis Latidos no son todos escuchados y, ¡ay!1, tantas almas se dirigen a los fuegos eternos… Todo lo que quiero de ti es una oración incesante. Estate vigilante y usa el discernimiento que te he dado. ¿No te he dado suficiente prueba de Mi Amor?
Señor, por favor, dame un signo visible de Tu Amor.
Flor de Mi Pasión, que así sea. Te daré, en atención a tu amor, un signo de Mi Amor, no porque no te lo haya dado ya, sino porque aumentaré tu perseverancia con esta señal en ti.
Te amo hasta la muerte.
¡Ah… qué bálsamo son para Mí esas palabras y, en los misterios de Mi Reino, son también la salvación para un alma! ¡Ven, hijita Mía!