15 de septiembre de 1991
Apóyate en Mí. Bendita de Mi Alma, te doy Mi Paz. Escribe:
¡Oh Jerusalén!1 Vuelve tus ojos al este y al oeste. Vuelve tus ojos al norte y al sur ¡y Yo Estoy allí! En verdad te digo que una vez más Mi Espíritu se derramará sobre ti, y Mi Imagen se extenderá por toda la faz de la tierra. Lo que Yo he planeado, sucederá, y lo que te he dicho, se cumplirá. Acércate a Mí y escucha atentamente: hoy vengo hasta el umbral de tu puerta sosteniendo el estandarte de la Paz. Vengo a salvarte, Jerusalén. En el estandarte está escrito: Fiel y Veraz2, el Rey de reyes y el Señor de señores3. ¿Te oiré decir, Jerusalén: “Mi Rey es a Ti a quien tengo que adorar”? ¿O seguirás ignorando a Aquel que te ofrece Su Paz… ahora? ¿Reconocerás en estos últimos días, antes del Día de la Retribución, a Mi Espíritu Santo que ha descendido desde lo alto, con toda Su Gloria, para compartir casa contigo? Durante toda tu vida, generación, te mofaste de Mi Ley y te alejaste de ella, rebelándote. ¿Vas a estar alguna vez preparada para encontrarte conmigo, tu Dios? ¡Pronto pasaré a través de tu Ciudad!4
¡Y será más pronto de lo que piensas! Éstas serán Mis últimas advertencias. Solemnemente te digo:
¡Despierta de tu profundo sueño!
Te estás dirigiendo a tu ruina.
Sacúdete el polvo que te cubre
y levántate de entre los muertos.
El Fin de los Tiempos5
está más cerca de lo que piensas.
Pronto, muy pronto, abriré de repente Mi Santuario del Cielo y allí, levantado el velo de tus ojos, percibirás, como una secreta revelación, miríadas de Ángeles, Tronos, Dominaciones, Soberanías, Potestades, todos postrados alrededor de
El Arca de la Alianza.
Entonces un Aliento resbalará por tu cara, y los Poderes del Cielo temblarán. Los relámpagos darán paso al retumbar de los truenos. “De pronto caerá sobre ti un tiempo de gran angustia, sin precedente desde que empezaron a existir las naciones”6. Porque Yo permitiré que tu alma perciba todos los acontecimientos de tu vida. Los desplegaré uno tras otro. Ante la gran consternación de tu alma, te darás cuenta de cuánta sangre inocente derramaron tus pecados, sangre de almas víctimas. Yo haré entonces que tu alma tome conciencia y vea que no has seguido nunca Mi Ley. Como un pergamino desenrollado, abriré El Arca de La Alianza y te haré consciente de tu desacato a la ley.
Si todavía sigues con vida y de pie, los ojos de tu alma contemplarán una Luz deslumbrante, como el resplandor de muchas piedras preciosas, como los destellos de diamantes cristalinos, una Luz tan pura y tan brillante que, aunque miríadas de ángeles estén alrededor, erguidos en Silencio, tú no los verás del todo, porque esa Luz los cubrirá como un polvo dorado. Tu alma percibirá sólo su forma, pero no su rostro. Luego, en medio de esa Luz deslumbrante, tu alma verá lo que había visto una vez en esa fracción de segundo, en ese preciso momento de tu creación…
Verán:
a Aquel que os sostuvo primero en Sus Manos,
Los Ojos que os vieron primero.
Verán:
Las Manos de Aquel que os formó y os bendijo…
Verán:
al Padre Más Tierno, vuestro Creador,
todo revestido de tremendo esplendor,
el Primero y el Último,
Aquel que es, que era y que vendrá,
El Todopoderoso, ElAlfa y la Omega:
El Soberano.
Aturdido por tu despertar, tus ojos se quedarán clavados en los Míos, que serán como dos Llamas de Fuego7. Tu corazón, entonces, recordará sus pecados y el remordimiento se apoderará de él. Con gran aflicción y angustia, sufrirás tu desacato a la ley, dándote cuenta de cómo profanabas constantemente Mi Santo Nombre y cómo Me rechazabas a Mí, tu Padre… Preso de pánico, temblarás y te estremecerás cuando te veas a ti mismo como un cadáver en descomposición, devastado por gusanos y por buitres.
Y si tus piernas aún te sostienen, te mostraré lo que tu alma, Mi Templo y Mi Morada, alimentaba todos los años de tu vida. En lugar de Mi Sacrificio Perpetuo verás, para tu consternación, que estabas acariciando a La Víbora y que habías erigido esa Desastrosa Abominación, de la que habló el profeta Daniel, en lo más profundo de tu alma:
La Blasfemia.
La Blasfemia, que cortó todos los lazos celestiales que te unían a Mí y cavó un abismo entre tú y Yo, tu Dios. Cuando llegue ese Día, las escamas de tus ojos caerán para que puedas percibir lo desnudo que estás y cómo, en tu interior, no eres más que una tierra árida… Infeliz criatura, tu rebelión y tu rechazo de La Santísima Trinidad te convirtieron en un renegado y un perseguidor de Mi Palabra. Tus lamentos y tus gemidos sólo los escucharás tú, entonces. Yo te digo: te lamentarás y llorarás, pero tus lamentos serán sólo escuchados por tus propios oídos.
Yo sólo puedo juzgar como se Me dice que juzgue, y Mi juicio será justo. Como fue en tiempos de Noé, así será cuando Yo abra los Cielos y os muestre El Arca de la Alianza: “Porque en aquellos días anteriores al Diluvio, la gente comía, bebía, tomaba esposas, tomaba maridos, hasta el mismo día en que Noé entró en el arca, y no sospecharon nada hasta que llegó el Diluvio y los arrastró a todos”8. Así también será en ese Día. Y os digo que, si esa hora no se hubiera acortado por la intercesión de vuestra Santa Madre, por los santos mártires y el charco de sangre derramada en la tierra, desde Abel el Santo hasta la sangre de todos Mis profetas, ¡ni uno solo de vosotros hubiera sobrevivido!
Yo, vuestro Dios, estoy enviando ángel tras ángel, para anunciaros que el Tiempo de Mi Misericordia se está acabando y que el Tiempo de Mi Reino en la tierra está al alcance de la mano. Estoy enviando a Mis ángeles para dar testimonio de Mi Amor “a todos los que viven en la tierra, a toda nación, raza, lengua y tribu”9. Los estoy enviando como apóstoles de los últimos tiempos para anunciar que: “el Reino del mundo se volverá como Mi Reino en las alturas, y que Mi Espíritu reinará por los siglos de los siglos”10 en medio de vosotros. Estoy enviando a Mis servidores, los profetas, para clamar en este desierto que debéis:
“¡Temerme y alabarme,
porque ha llegado la Hora
de que Yo me siente a juzgar!”11
Mi Reino llegará de repente sobre vosotros, por eso debéis tener constancia y fe hasta el final.
Hijita Mía, ora por el pecador que no es consciente de su podredumbre. Ora pidiendo al Padre que perdone los crímenes que el mundo comete incesantemente. Ora por la conversión de las almas. Ora por la Paz.