24 de octubre de 1990

Mi corazón quiere servir a Tu Grandeza, pero soy indigente y estoy en la miseria, y soy incapaz de levantar un dedo sin Ti.

Es cierto, porque, si Yo no estuviera a tu lado, tú no podrías ni sostenerte en pie. ¡Alma! Envuelta en Mi Luz, ¿estás dispuesta a obedecer Mis preceptos?

Estoy dispuesta a obedecer Tus Preceptos.

Entonces, ven a compartir Mi manto. Déjame ser tu Guía y seguiré revelándote los secretos de Mi Sagrado Corazón. Continuaré desvelándote las profundidades del Cielo. Yo no te fallaré, alma… Permanece pobre, necesitada y ferviente de Mi alimento. Sí, ten hambre de Mi Alimento y deséalo. No seas como los ricos que no tienen hambre, ni buscan Mi Alimento. Busca las Riquezas de Mi Corazón. A través de tu nada, he revelado Mi Grandeza. A través de tu miseria, he mostrado Mi Misericordia, y a través de tu fragilidad, Mi Fuerza. Ahora he mostrado al mundo la Llama ardiente de los Deseos Abrasadores de Mi Corazón. Todo lo que quiero ahora de ti es una respuesta de amor.

¿Hija? En verdad te digo, tú que deseas servirme a Mí, tu Dios: cada vez que abras la boca para dar testimonio de la Verdad, Yo te bendeciré. Cada vez que hables de Mí, encenderé un fuego en ti. Ora y pide, y Yo te daré más de lo que hayas pedido. Te recordaré siempre Mis Instrucciones para que puedas repetir Mis Palabras. Yo no te dejaré. Se me conoce por ser el Todo-Fiel, así que, Vassula Mía, déjame utilizarte hasta que venga a buscarte.

¡Bendita!1 ¡Resto Mío! Flor, ven a Mí con buen espíritu y confía en Mí. ¿Quieres besar Mis Pies? Ven, toma la Mano de Tu Maestro y sígueme.


1 Un pensamiento cruzó mi mente: qué hará el Señor conmigo después de que me venga a buscar. No fue un pensamiento muy inteligente, por eso exclamó Jesús, sorprendido: “¡Bendita!”