23 de septiembre de 2005
Tu amor por el hombre es locura total,
Tu profunda benevolencia hacia nosotros,
que estamos embadurnados de pecado,
es inexplicable;
¿cómo puede alguien pretender
que entiende plenamente Tu bondad?
es como si quisieran atrapar con sus manos
la niebla o la luz que no son tangibles…
al principio, cuando me revelaste mi alma,
mi verdadero yo, escondiéndose
como una leprosa en un matorral,
no me censuraste,
en cambio, suplicabas mi amistad;
tratabas de justificar mi horrible estado,
diciendo:
“¿sería porque no había nadie junto a ti para enseñarte?” 1
mi miseria atrajo sobre mí Tu Misericordia;
mi alma empobrecida y desnuda
atrajo Tu compasión y Tu perdón, Santísimo,
mi deseo de ser salvada Te hizo trizas,
y dijiste:
“¡no puedo soportar ver así a Mi flor!”
Tus misericordiosas palabras
cayeron sobre mi alma desnuda
como el rocío de la mañana;
“te conduciré al arrepentimiento y a una vida inmortal en Mí, si tú también lo deseas…”
estas fueron las palabras
que murmuraste en mi oído
y así empezó todo…
y tú renunciaste a tu propia voluntad por la Mía y esto te salvó… si alguien se ha anclado en el mundo y no en Mí, nunca jamás Me encontrará… renuncia a tu voluntad y a las pasiones del mundo y ven a poseerme; al poseerme a Mí, formaremos una alianza de paz que durará por toda la eternidad; Me aparecí a ti, Vassula Mía, y te sané;
te concedí caminar sobre zafiros que te conducirían a Mi Reino; estoy llamando a cada uno a Mí, antes de que Mi retribución llegue sobre este mundo; se acercan los días, porque ya no puedo tolerar 2 más esta apostasía; cuando la tierra tiemble, sabed que es sólo el principio de lo que va a caer sobre esta malvada generación; he descendido a este vasto cementerio, caminado entre tumbas, para resucitaros; grité a las tumbas que se abrieran y así lo hicieron; resucitar a Mis hijos e hijas y renovarlos fue el regalo de Mi Amor; inflamado del deseo de resucitarlos, Mi deseo Me precipitó a las tumbas y, antes de que os enterarais, levanté a los muertos de sus tumbas y los abracé: “éste es Mi regalo para vosotros, que debe mantenerse constante; los que permanezcan devotos obtendrán Mis bendiciones en recompensa; ahora id a proclamar Mi Amor al romper el alba…”
hija, nunca he impuesto a nadie Mi Ley o Mi Presencia; he venido como recordatorio, a poner orden en este desorden; y sin embargo, a pesar de todos Mis prodigios y señales visuales, a pesar de Mis repetitivas llamadas, a pesar de las gracias y los dones evidentes, distribuidos por Mi Espíritu Santo a toda la humanidad, a pesar de todas Mis Odas a vosotros, generación, a pesar de Mi Misericordioso acercamiento, la respuesta que he recibido ha sido indiferencia, persecución e incredulidad por parte de algunos, burla y rechazo deliberado de Mis Llamadas al arrepentimiento, escupiendo sobre Mis bendiciones; hinchados de anatemas, las resurrecciones que ven, y que realicé ante sus ojos, son recibidas con desdén, o por lo menos ignoradas; leen las Escrituras con ojos que no ven;
hija, les he advertido con tiempo de las calamidades que caerán sobre esta tierra a causa de sus pecados, calamidades y destrucción que se han realizado, y aún les cuesta creer, debido a su incredulidad, que todo ello haya sido atraído por ellos y no por la naturaleza… cuando dije entonces que la tierra se sacudiría y se saldría de su eje 3, y que las islas se desplazarían de su lugar, nadie Me creyó; nadie escuchó; no querían recibir ningún consejo de Mí; desdeñaron todos Mis avisos; cuando les diga hoy que, por la maldad y la apostasía de esta generación, el cosmos está en peligro, seguirán sin creerlo; cuando vean la tierra que Yo he creado, resquebrajada y hecha pedazos, el miedo se apoderará de esas almas obstinadas; el Diluvio 4 no será nada en comparación con la destrucción que causará Mi Fuego en este mundo; las entrañas de la tierra escupirán Fuego y, desde las grietas llenas de Fuego líquido, se formarán ríos, ríos de Fuego que vomitarán y se extenderán por cada ciudad, incendiando la tierra; los anatemas que lanzabais a Mis enviados caerán de vuelta sobre vuestras cabezas; añado Mi Bendición para ti, Vassula Mía, la bendición que él 5 se negó a darte; ic