Vassula pronunció este discurso al recibir su tercer premio Medalla de Oro de la Paz por la armonía y la paz interreligiosas

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Es una vez más con gran placer estar presente y compartir la fiesta del Jubileo, también deseo transmitir mi sincero agradecimiento al Venerable Suddhananda y a toda la Honorable delegación por invitarme a estar cerca de vosotros en este día tan importante. También en nombre de los promotores de la Paz, la Reconciliación y la Unidad, los seguidores de la misión de la Verdadera Vida en Dios y yo misma deseamos transmitir nuestros más cálidos saludos. Como sabréis, estoy junto a todos los promotores de la Verdadera Vida en Dios de la paz mundial y todos nuestros esfuerzos van a mejorar nuestras sociedades para alcanzar la reconciliación, la paz, el amor y la unidad entre las personas. Es importante convertirnos en pacificadores para vivirlo y transmitirlo a los demás, de esa manera podemos ser un ejemplo y mostrar al mundo que en la tierra no somos más que una gran familia porque todos somos iguales ante los ojos de Dios. Debemos entender que la Paz también tiene su propio precio, la Paz no viene sin entrega y autosacrificio, ayuno y oraciones. Es nuestro deber hacer que el mundo entienda que mientras no haya paz sino terrorismo, la violencia, las guerras y el odio, la naturaleza también seguirá rebelándose contra nosotros y que en el futuro vendrán catástrofes y tristezas cada vez más grandes. Nos estamos autodestruyendo a nosotros mismos, sin amor los unos a los otros, nunca podremos escuchar el grito de los necesitados ni comprender la injusticia que se está cometiendo contra los débiles y los huérfanos y los sufrimientos que están soportando. Amar es conocer a Dios. Por lo tanto, el remedio para salvar a este mundo de destruirse a sí mismo es abrir el oído espiritual y enseñar sobre el perdón, el afecto y el respeto por todos los seres humanos y por la naturaleza. Los liderazgos dictatoriales sólo promueven el odio. Con esto, espero sinceramente que llegue el día en que a través de nuestras constantes oraciones y sacrificios, y a través de nuestro ayuno, Dios se apiade de nosotros y nos dé la paz que necesitamos y nos reúna como una gran familia amorosa en Él. Muchas gracias…

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