Rev. Christian Curty OFM
Sacerdote y exorcista, Movimiento Sacerdotal Mariano
Marsella, Francia

¿Escritura automática o escritura hierática (sagrada)?

Es mundialmente conocido que Vassula escribe mensajes bajo el dictado de Nuestro Señor y luego nos los trasmite. En tales ocasiones, su estilo de escritura cambia y se vuelve bastante diferente de su escritura espontánea de todos los días. La escritura personal de Vassula es normalmente pequeña y extendida, aunque ordenada y bien controlada por su voluntad, que sabe lo que quiere. Además, se ve influida por su cálida y refinada personalidad, que tiene un gran sentido de la proporción. Por otro lado, la letra con que escribe los mensajes se caracteriza por el orden, la claridad, la regularidad y cierta majestuosidad. Aquí la personalidad de Vassula se borra y desaparece, bajo lo que a primera vista parece ser simplemente una fachada un poco rígida y artificial.

En consecuencia, muchas personas se preguntan, con derecho a ello, sobre el origen y la autenticidad de esta «inspiración», aún cuando en principio juzgan positivamente a los mensajes. En esto también reside la razón de las sospechas que tienen ciertas mentes críticas, que ven en este dictado con escritura “controlada” un argumento significativo para su objetar los mensajes en su totalidad. Así, pregonan que es una simple exploración de las profundidades psíquicas de la propia Vassula. Esta interpretación reduce los escritos a un fenómeno bien conocido de ‘escritura paranormal’. En ese caso, no estaríamos tratando con el Jesús de la Fe Cristiana ni con una revelación de la que Él sería el Autor, sino que sería una cosa proveniente del subconsciente de Vassula, que poco a poco iría saliendo a la luz. Incluso algunos dirían que hasta podría haber actuación de otro «espíritu», en cuyo caso, solo podría ser un espíritu maligno.

¿Qué debemos pensar, entonces, de todo esto? ¿Estamos realmente tratando con una revelación del Señor, una carta de Nuestro Señor a Su Iglesia, o esto se trata simplemente de un caso de lo que comúnmente se llama ‘escritura automática’? ¿Es la Mano de Nuestro Señor la que nos escribe a través de la mano de Vassula, o más bien es Vassula quien nos describe, en un estado de trance, lo que emerge de las profundidades de su subconsciente? ¿Está siendo guiada por un espíritu parásito, a quien conviene identificar para no ser engañados? ¿Alguien que se nos presenta como proveniente del Señor, pero sin serlo? En el primer caso estaríamos ante una escritura inspirada. En el segundo caso estaríamos ante una escritura paranormal o escritura automática.

¿Qué es la escritura automática?

Es una escritura que involucra fenómenos paranormales o algún tipo de adivinación. En nuestro ministerio como exorcistas no es raro toparnos con este fenómeno. La mano de aquel que se ha entregado libremente a este tipo de consultas escribe por sí misma; no escribe en base a un pensamiento o inteligencia consciente, sino que se mueve por una fuerza desconocida que no está sujeta a la voluntad del escritor. A veces, en casos extremos, es el instrumento por sí solo (un bolígrafo o lápiz) el que, por el mero contacto de un dedo, comienza a escribir un mensaje.

El mensaje puede llegar a ser de un alto valor literario, incluso espiritual, o puede tender hacia lo extraño, lo ridículo o lo vulgar. A veces habla de un más allá, como si fuera un paraíso maravilloso, y otras veces le puede dar algún consejo simple al escritor, o una orden con respecto a su vida cotidiana y práctica. A veces, simplemente responde a las preguntas que se le hacen, ya sea sobre su propia identidad o bien sobre cosas que entran dentro del peligroso campo de la adivinación. La escritura automática puede predecir eventos futuros que, de hecho, pueden ocurrir. Pero también puede inducir al error. Puede revelar simplemente un pasado imaginario, pero plausible, que lleva al escritor a la falsa y herética creencia de la reencarnación.

Dejemos de lado, aquí, la cuestión de lo que podríamos llamar las características literarias de la escritura automática. Es bastante inusual, de hecho, que un escribiente que, por ejemplo, diga ser Lamartine, en realidad escriba líneas de una calidad digna de Lamartine. Porque es el subconsciente del sujeto el que se expresa sólo a sí mismo, aunque pueda tener algunos pensamientos extraídos de Lamartine por serle un autor conocido.

Para permanecer dentro del marco de esta introducción, dejemos también aquí de lado los riesgos, a veces graves, en los que incurren aquellos que deliberadamente se entregan al fenómeno paranormal de la escritura automática. Hay riesgos a nivel de la personalidad, que se puede desdoblar, de forma que el subconsciente sale a la superficie, mientras que la conciencia psicológica se mantiene en un estado de sueño o como un oyente pasivo. En casos extremos, el experimento puede resultar en una especie de esquizofrenia artificial. También hay riesgos a nivel espiritual, porque un espíritu maligno puede aprovecharse de la falta de vigilancia de la persona e intervenir, tomando luego el control de la persona. ¡Por un lado, el resultado es la locura o un estado de trance; por el otro, un parasitismo demoníaco! Existen estos dos grandes peligros de los que a veces es difícil escapar.

¿Y qué hay del caso de Vassula?

Ahora analicemos cuidadosamente lo que sucede con Vassula. Hay tres situaciones a considerar:

  • • En una primera situación, Vassula recibe una «locución» del Señor, una palabra interior. Ella puede estar, en ese momento, en una iglesia o en un lugar público. Si esa locución es un mensaje para todos, ella lo escribirá cuando vuelva a casa. Es entonces cuando su mano será guiada por la Mano del Señor y se transformarán las características grafológicas de su letra personal. Su letra personal, que es pequeña, animada y rápida, con una ligera inclinación hacia la derecha, se convierte en una escritura vertical, bien ordenada, tranquila, transparente y sin ninguna emoción particular. En cualquier caso, no es escritura automática, ya que primero hay una palabra interior, que luego es seguida por la escritura real de la locución. No estamos aquí frente a un caso paranormal.
  • En una segunda situación, hay un dictado que el Maestro hace a Vassula, quien simplemente escribe lo que oye. Ella está entonces en la misma situación que una secretaria cualquiera con respecto a su jefe. Eso significa que mantiene su autonomía personal, su libertad y su pleno contacto con el entorno, por lo tanto, puede interrumpir el dictado en cualquier momento: por ejemplo, puede contestar el teléfono y luego retomar el dictado donde lo dejó. En este caso, el patrón grafológico de sus letras no es el habitual suyo, sino que es una escritura vertical, derecha, fácil de leer y siempre pacífica y medida en su respiración. Aunque su escritura es diferente, Vassula mantiene un control completo sobre sí misma y el libre ejercicio de sus facultades mentales. Simplemente escribe, a mano, lo que escucha en una visión interior de la voz de Jesús. Estamos, por tanto, lejos de la escritura automática.
  • • Finalmente, hay una tercera situación, que, a veces, se mezcla con la anterior: Vassula recibe una luz interior infusa, que no se expresa en palabras claramente pronunciadas. Esto es lo que los Místicos llaman una «moción» del Espíritu Santo (ya sea espiritual o intelectual) que tiene que ser puesta en nuestro lenguaje, con palabras y frases precisas, y puede requerir diversas expresiones que, a veces, son largas. Vassula, luego, se apresura a escribir esta «percepción» o «comprensión» que acaba de recibir de manera infusa. Entonces, cuando comienza a escribir con su propia escritura espontánea, el Señor interviene y conforma las letras hechas por mano de Vassula en la hermosa letra Suya majestuosa, como para dar a esta revelación un sello desde lo alto. Por lo tanto, de ninguna manera es una escritura automática. Como para convencernos de esto, el Señor usa algunas veces otro método. Si los mensajes a comunicar son muy largos y el tiempo disponible es bastante corto, el Señor permite que Vassula tome el dictado utilizando su propia letra, porque lo hace mucho más rápido. Esto demuestra muy bien que Vassula no está de ninguna manera condicionada por una determinada forma de escribir, ni guiada por ningún «espíritu». Su «experiencia» espiritual no tiene nada en común con el fenómeno de la escritura automática.

Es escritura hierática (sagrada)

Observemos detenidamente esta escritura calma y digna, mesurada en sus movimientos y continuamente animada por una tendencia vertical. Las letras medianas o las vocales no son aplastadas por los bucles ni las barras que, sin embargo, son dominantes, y se mueven con facilidad en el espacio que les es propio, como en la vida cotidiana, aunque a veces están un poco confinados en el interior de las palabras. Pero el texto “respira” en el espacio que se le proporciona.

Sobre todo, hay un movimiento continuo de ir y venir que le da al conjunto una orientación de alto a bajo y de bajo a alto. El texto de la escritura da una impresión vertical más que horizontal, con un predominio muy evidente de las alturas. La vida profunda e instintiva no es rechazada, pero su profundidad es dominada y dirigida por las facultades superiores. Además no hay nada, en esta escritura, que se dirija hacia el pasado, y sorprendentemente, nada hay que se dirija al futuro, como si solamente importara el momento presente, o más bien, como si cada cosa perteneciera al presente, en un solo y único HOY.

No hay ningún signo de regresión egocéntrica cuando escribe con esa letra. Nada, de hecho, indica un repliegue hacia sí mismo; y las tendencias hacia los demás son discretas, ligeras y como “elevadas”. En todas partes hay una transparencia evidente, una nobleza, una distinción y una claridad maravillosa. La única cosa importante es ese doble movimiento hacia arriba y hacia abajo, que constituye un ritmo interior continuo. A veces desciende a las profundidades terrestres y humanas (que es el movimiento de la Encarnación), y a veces, hay una elevación perceptible hacia un ser superior que no puede ser ningún otro que el Padre. Además, hay un poco de rigidez y de carácter en esta escritura, en la que es difícil discernir, al menos a primera vista, un temperamento humano, sensible y sujeto a cambios (como se encuentra, por otro lado, en la escritura espontánea de Vassula). Aquí esa dimensión se dirige continuamente hacia lo alto, relativizada y desaparece bajo algo que podría parecer una máscara. En efecto, esta manera de escribir, tal como está, hace pensar en el hebreo, – lengua sagrada por excelencia – en la que Dios habló a Moisés y a su Pueblo en el Sinaí para revelarles su Vocación. Es por eso que calificamos a esta escritura como «hierática».

¿Qué significa “hierático”?

En el teatro antiguo, el actor llevaba una máscara para ocultar su rostro humano, e identificarse con la «pasión» del personaje que interpretaba en el drama. Así, el actor, que era generalmente muy conocido, desaparecía detrás de aquel o aquello que estaba representando. Ese rostro enmascarado se denominaba “hierático”. No podían verse los sentimientos propios del actor. Cuando Vassula escribe bajo el dictado del Señor, hay algo en esta escritura que calificamos de «hierático», porque no revela los sentimientos o emociones de la persona que escribe. Ella desaparece, queda borrada, detrás de Aquel que nos escribe. Vayamos aún más lejos. En la Liturgia Ortodoxa, el gesto hierático se ha preservado e interviene en el momento de la Gran Entrada (transporte de los dones santos); y hasta el momento del Concilio, también existía en la Liturgia Romana y Latina. Es un gesto sagrado, o más precisamente, sacralizado. No expresa un temperamento humano al que restrinja o disminuya (como sería el del sacerdote o de sus asistentes). Ese gesto es realizado por un hombre de carne y hueso, que tiene su propio carácter, sus emociones, sus faltas, incluso su nacionalidad, pero es, ante todo, un gesto divino. Todo lo que sea relativo al individuo mismo y a sus orígenes sociales o geográficos debe quedar oculto tras una actitud que se perpetúa de una manera inmutable a través del espacio y del tiempo: porque el gesto hierático está más allá del tiempo, porque el gesto hierático está más allá del tiempo. Es el gesto de Dios, operado por un hombre. Tal gesto sigue siendo siempre el mismo a través de las vicisitudes de los siglos y de los cambios de clima y nacionalidad.

Esta es la causa de su aparente frialdad y rigidez. Existe un riesgo en esto, porque si el gesto permanece inmutable, es posible que falle en su cometido de transmitir al Espíritu y aún que llegue a parecerse a una rama muerta, donde la savia no fluye. Por esta razón el Concilio Vaticano II quiso revitalizar los gestos litúrgicos, dándoles un carácter más humano y más cercano a nuestras sensibilidades modernas, pero siempre con la condición de no olvidar que son, ante todo, gestos sagrados y no gestos del mediador. La liturgia es, sobre todo, una oración y no una pieza teatral. Es una obra a la vez humana y divina, y por lo tanto no es sólo una expresión de nuestra sensibilidad individual o colectiva. Sin embargo, no siempre podemos estar absolutamente seguros de que este riesgo secundario siempre se evitará prudentemente en nuestra liturgia “conciliar”.

Volvamos ahora a la «Hermosa Escritura» del Señor, como a Vassula le gusta llamarla. Se trata, como vimos, de una escritura hierática; en otras palabras, una escritura sagrada, sin aspecto humano. Es austera y no individualizada, pero al mismo tiempo está revestida de una especie de solemnidad majestuosa. En esto, uno puede ver casi una sensibilidad, pero que está totalmente dirigida a lo Alto. En otras palabras, se dirige al espíritu del hombre. Sin tener en cuenta el contenido racional del mensaje que transmite, la escritura misma inspira una gran paz en nosotros como lectores, irradiando luz y serenidad. ¡Verdaderamente, esta Escritura es hermosa y no puede más que ser buena!

¿Cuál es la razón de esta escritura hierática?

Queda la pregunta de por qué en estos mensajes que el Señor confía a Vassula, Él ha elegido usar esta escritura hierática, (que, hasta donde sabemos, no usa en otros casos similares) De hecho, muchas almas están recibiendo también revelaciones del Señor, sin esta forma de escribir.

En primer lugar, ¿es realmente la primera vez que esto sucede? De hecho, uno puede hacerse la pregunta: ¿No son las Sagradas Escrituras, por definición, una obra de Dios, escrita por manos humanas, pero bajo la inspiración del Espíritu Santo? Es bueno recordar esto, porque en la Revelación, en muchas ocasiones Dios mismo hace uso de Escrituras manuscritas para conservar el mensaje y difundirlo mejor, y sobre todo, para grabarlo en nuestros corazones de carne.

Eso fue lo que le sucedió al profeta Habacuc que, como nosotros, estaba preocupado por el anómalo silencio de Dios ante las súplicas de su pueblo y la avalancha del Mal. Decidió esto: “Me pondré en mi puesto de guardia, […] para ver lo que Él me dirá, lo que responde a mi querella”. Entonces Yahvé le respondió y dijo: «Escribe la visión, grábala en tablillas, para que se pueda leer fácilmente. Porque es una visión que no es para este tiempo, sino que aspira a su plena realización; si tarda, espérala, pues vendrá sin falta […] Pero el hombre justo vivirá por su fidelidad». (Hab. 2,1-4) Compárese también con el Apocalipsis, las «cartas» del Señor a Sus siete Iglesias: “Escríbele al Ángel de la Iglesia de Éfeso…» (Ap 2,1). Nótese también esta interrupción inesperada y muy significativa: “Guarda en secreto el mensaje de los siete truenos y no lo escribas”.

Aún si no se puede decir que en estos casos fuera Dios mismo Quien escribía por la mano de su profeta, a pesar de todo, hay otros dos casos en que esto se dice expresamente.

IEn efecto, ¿No fue Dios Mismo Quien, por la mano de Moisés, grabó los Diez Mandamientos en una dura roca, para grabarlos en los corazones endurecidos de su pueblo? Los Diez Mandamientos fueron «escritos por el Dedo de Dios» (Éxodo 31,18), pero, por supuesto, fue a través de la mano de Moisés. Esto se demuestra con las palabras: «Corta dos tablas de piedra … les voy a escribir encima». Pero luego, Dios le dice a Moisés: «Escribe las palabras tú mismo… y Dios escribió en las tablas las palabras de la Alianza, los Diez Mandamientos» (Éx 34,1, 27-28). Aunque no hayamos visto las dos tablas grabadas por la Mano de Dios, a través de la mano de Moisés, está claro que la naturaleza tipográfica de las letras, su «Escritura», estaba en la lengua hebrea, que era hierática o sagrada, despersonalizada. Esa escritura no reflejaba el temperamento humano de Moisés. En cambio, reflejaba el poder y la trascendencia de Dios, que no sólo era Aquel que los inspiraba, sino también precisamente el autor; por eso dice: «Dios escribió…» Finalmente, también deberíamos acordarnos de que Jesús mismo, el Hombre-Dios, la PALABRA eterna del Padre, ¡un día escribió en el suelo con Su propia mano! (Jn 8,6.) Está claro, a los ojos de la fe, que cualquiera que hiciera un esfuerzo para realizar un análisis grafológico de esa escritura, no haría más que quedarse balbuciendo. Una escritura de esa clase, por otro lado, no podría ser clasificada en ninguna de las categorías conocidas – categorías que son necesariamente limitadas. Sin embargo, ciertamente estaría más cercana a la escritura hierática de Vassula que a nuestras propias escrituras personalizadas, que entran en categorías bien definidas.

Una carta del Señor a Su Iglesia

Por lo tanto, si el Señor, cuando nos habla, no usa la escritura habitual, emotiva y muy móvil, de Vassula, sino que prefiere utilizar esta escritura hierática y trascendente, es que Él tendrá Sus razones. Con toda humildad, y sin exagerar, creo que puedo decir lo siguiente:

En otros mensajes, confiados a almas privilegiadas, el Señor habla a todas las almas de buena voluntad, tal vez a personas determinadas, tal vez a comunidades, o incluso a otras personas fieles (los pastores y los corderos). Sin embargo, aquí se está dirigiendo, en primer término, a los pastores, a los responsables de Su Iglesia, a los que el Apocalipsis llama «El Ángel de la Iglesia de…» Es, por lo tanto, una CARTA A SU IGLESIA, tan dividida durante tanto tiempo y siempre amenazada por cismas eternos, provocados mucho más a menudo por razones personales que por las diferencias de las tradiciones litúrgicas o de escuelas de teología. Además, ¿quién podría pretender, sino el Hombre Dios mismo, resumir en una sola espiritualidad, en una sola y simple visión teológica, en un solo rito sagrado, la totalidad del inefable misterio de los Tres que son UNO?

Jesús, en este Fin de los Tiempos, en este Tiempo de las Naciones, desea ponernos en contacto directo con el hecho de que es Él quien verdaderamente nos habla y nos escribe. La secretaria, en este caso, no tiene importancia y debería borrarse de nuestra retina. Esto es cierto hasta tal punto que incluso su letra personal, que revela su ser más profundo, debería desaparecer detrás de esta escritura impersonal y artificiosa, pero que por otro lado, es trascendente. Así sucede con la personalidad individual de una secretaria mecanógrafa, cuya letra personal desaparece totalmente tras las letras impresas de la máquina de escribir.

Aquí, pues, es el Señor quien habla, el Hombre-Dios. Él es Quien irrumpe a través de todas las categorías de carácter u orden grafológico en las que uno podría ubicarlo. Él es el que va más allá de todas nuestras categorías psicológicas, de todas las escuelas de teología que usamos para definirlo. Él es Aquel sobre quien todos nuestros ritos sagrados y nuestras diversas tradiciones litúrgicas tratan de balbucear el misterio, sin poder agotarlo.

Y Él habla a Su Iglesia Dividida. Él le escribe una carta para anunciar que Su Regreso está cerca y nos invita a una conversión de Nuestros Corazones a Su Corazón, en unión con el Corazón de Su Madre, tomando el camino hacia la Unidad, especialmente en la unificación de las fechas de la Pascua. Entonces toda la humanidad podrá creer que Jesús ha resucitado y que es, de hecho, el Hijo de Dios y Salvador de todos. (Jn.17,21-23)

Al darnos una escritura con esa forma hierática y sagrada, tan cercana a los íconos y tan evocadora del hebreo, el lenguaje de la Revelación, ¿no es que el Señor desea decirnos algo aún más profundo? ¿No desea recordarnos que Él es el Autor de las Sagradas Escrituras que iluminan toda nuestra historia humana, y que al llegar al final de esta Sagrada Historia, interviene personalmente para abrir el Libro del Apocalipsis y revelarnos los misterios allí contenidos?

Uno no puede menos que recordar un pasaje del Apocalipsis que es sumamente evocador de la experiencia espiritual vivida por Vassula: “… oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía: “Lo que ves ESCRÍBELO EN UN LIBRO y envíalo a las siete Iglesias”. Me volví para ver la voz que me hablaba y al volverme, vi siete candelabros de oro (las siete Iglesias) y en medio de los candelabros vi como a un hijo de hombre, que me dijo: “No temas, soy Yo, el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y detengo las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap 1,10).

“Dichosos los que comprendan las palabras de esta profecía y recuerden lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca” (Ap 1,3).

Podría agregar que, normalmente, Vassula, la secretaria, por respeto a su Maestro, escribe Su Dictado de rodillas. ¿No podríamos recibir también (al menos figurativamente) de rodillas, esta carta de Nuestro Señor a Su Iglesia, a las Siete Iglesias que somos nosotros?