Mi relación como cristiana ortodoxa con la Iglesia Católica Romana
Usted pertenece a la Iglesia Ortodoxa y a menudo exhorta a sacerdotes y obispos de esa fe a reconocer al Papa y a hacer las paces con la Iglesia de Roma. Por ello, desafortunadamente, no es bien recibida en algunos países de su propia creencia. ¿Por qué se dedica a esta misión? ¿Qué idea tiene usted sobre el Obispo de Roma y cómo prevé el futuro de la unidad cristiana? Sin embargo, leyendo sus escritos se tiene a veces la impresión de que usted se sitúa por encima de ambas Iglesias, sin comprometerse con ninguna. Por ejemplo, parece que recibe la comunión en las dos iglesias, católica y ortodoxa, pero en su estado matrimonial sigue la costumbre de la oikonomia. Como ya he dicho, estas observaciones no deben tomarse como censura personal puesto que no tenemos en absoluto derecho a juzgar su conciencia, pero debe entender nuestra preocupación acerca de sus seguidores católicos, que pueden interpretar esas actitudes de forma relativista y sentirse tentados de hacer caso omiso de la disciplina de su propia iglesia.
Motivaciones para dedicarme a esta obra de unidad.
No creo que hubiera tenido nunca el valor o el celo suficiente para enfrentarme a la Ortodoxia, tratando de hacerles entender la reconciliación que el Señor desea de ellos, si no hubiera experimentado la presencia de Nuestro Señor, ni tampoco hubiera sobrellevado las oposiciones, las críticas y las persecuciones que ellos me han causado. Muy al principio de la intervención de Dios me sentía totalmente confusa y temía que estaba siendo engañada; esta incertidumbre era verdaderamente la mayor cruz, puesto que antes no había oído jamás en mi vida que Dios puede efectivamente expresarse a la gente de nuestro tiempo y no tenía a nadie a quién preguntárselo. Por esta razón traté de luchar en contra, pero la experiencia no cesaba y más tarde, despacio, con tiempo, me tranquilicé y me convencí de que todo esto era sólo obra de Dios, porque empecé a ver la mano de Dios en ello. Por eso dejé de tener miedo a enfrentarme con la oposición y la crítica, y aprendí en cambio a tener total confianza en Nuestro Señor, sabiendo que, donde a mí me falte, Él siempre colmará a pesar de mi insuficiencia, y sus obras acabarán siempre gloriosas.
Abordar a los sacerdotes ortodoxos, monjes y obispos para que reconozcan al Papa y se reconcilien con sinceridad con la Iglesia de Roma no es tarea fácil, como dice Nuestro Señor en uno de los mensajes; es como tratar de nadar en contra de una poderosa corriente, pero después de haber visto cómo sufre Nuestro Señor por nuestra división no podía negarme a Su solicitud cuando me pidió llevar esta cruz; por tanto, he aceptado esta misión, aunque no sin haber pasado (y pasar aún) por muchos fuegos.
Me ha preguntado: «¿Por qué se dedica a esta misión?» Mi respuesta es porque fui llamada por Dios, creí y Le respondí; por consiguiente, quiero hacer la voluntad de Dios. Una de las primeras palabras de Cristo fue: «¿Qué casa es más importante, tu casa o Mi Casa?» Contesté: «Tu Casa, Señor». Él dijo: «Reaviva Mi Casa, embellece Mi Casa y únela».
Parte de la jerarquía greco-ortodoxa me rechaza totalmente, primero porque no creen en mí 4 , segundo porque soy una mujer y tercero porque una mujer no debería hablar. Algunos monjes sospechan de mí, diciendo que probablemente soy un caballo de Troya enviado y pagado por el Papa, o que incluso soy una uniata. Muchos no quieren oír hablar de reconciliación o ecumenismo. Consideran una herejía que rece con los católicos romanos. Esto es lo que ven como tomar posición sobre ambas iglesias sin estar comprometida con ninguna. Estoy plenamente y completamente comprometida con mi Iglesia, pero no es ni una herejía ni un pecado si vivo ecuménicamente y rezo con otros cristianos para promover la unidad. Sin embargo, la llave de la unidad, según el Señor en los escritos, es la humildad y el amor. Mucha gente de esas iglesias no tiene aún esta llave. Muchos laicos greco-ortodoxos, y también desde el simple sacerdote de la esquina hasta el monje en un remoto monasterio, llaman hoy día herética y peligrosa a la Iglesia Católica Romana; se les enseña a creer esto desde la cuna y está mal. Sin embargo, creo que a pesar de su rigidez, pueden cambiar a través de una metanoia y del poder del Espíritu Santo que les hará doblegarse, y por las oraciones de los fieles. En nuestras reuniones pedimos a Dios por este cambio de opinión.
Sin embargo, no es cuestión de que se dobleguen únicamente ellos. Todos deben doblegarse con humildad y amor. Los miembros de cada iglesia deberían estar dispuestos a morir a su ego y a su rigidez y entonces, gracias a este acto de humildad y obediencia a la verdad, la presencia de Cristo resplandecerá en ellos. Creo que por medio de este acto de humildad, los fallos pasados y presentes de las iglesias se lavarán y se alcanzará la unidad. Nunca pierdo la esperanza de acercarme a los ortodoxos y por ello sigo volviendo a ellos para darles mi testimonio. Doy mi testimonio recordándoles las palabras de Nuestro Señor: «…que todos sean uno, Como tú, Padre, en mí y yo en ti,… para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21). De este modo, a pesar de los obstáculos, unos pocos grupos de oración ecuménicos se han formado en Atenas y en Rodas, con sacerdotes ortodoxos incluidos. Todos estos grupos de oración empiezan rezando el Rosario, luego otras oraciones. Sin embargo no es sólo rechazo lo que recibo de la jerarquía ortodoxa, por las razones que he mencionado más arriba, sino que Nuestro Señor me ha provisto también de un buen número de amigos clérigos greco-ortodoxos.
El Obispo de Roma.
Nuestro Señor me dio una visión interior de tres barras de hierro que simbolizaban los tres cuerpos cristianos principales, cristianos católicos, ortodoxos y protestantes, requiriendo que sus cabezas se unieran, doblándose hasta encontrarse; pero para encontrarse se tienen que doblegar. Este pasaje habla de la actitud que se necesita para llegar a la unidad que el Señor ha estado anhelando desde su oración a su Padre – «que todos sean uno». Este pasaje de la VVeD no pretende hablar de unidad a nivel ontológico, indicando que no debería haber discrepancias sobre hasta qué punto los diversos grupos cristianos han retenido la verdad que Cristo confirió a su iglesia. Y no es verdad que yo proponga que esta llamada a la humildad entre hermanos cristianos deba implicar un enfoque pan-cristiano hacia la unidad y que la unidad deba adelantarse por medio de un trato sobre la verdad, (como un traficante, vendiendo y comprando) que conduzca a una nivelación y un relativismo de dicha verdad. Al contrario, he hablado a menudo sobre la importancia de permanecer fiel a la verdad, y aún más que mi discurso, el mensaje no es sino una llamada a vivir conforme a la verdad del Evangelio, en la Única Revelación de Cristo, como ha sido expresado anteriormente. Los escritos contienen muchos avisos en contra de la actitud opuesta, hasta el punto de describir un «falso ecumenismo» como un caballo de Troya que introduce una imagen sin vida de Cristo:
La figura pintarrajeada de varios colores, esta figura que esos traficantes están tratando de hacerte venerar y seguir, no soy Yo; es un invento de la habilidad humana pervertida para degradar el concepto de Mi Santidad y Mi Divinidad; es un falso ecumenismo, es un desafío de todo lo que es santo. Sufro a causa de los pecados de esos traficantes (22/10/1990).
Muchos mensajes sobre la unidad mantienen unidos estos dos aspectos vitales del ecumenismo: la actitud espiritual, implicando humildad y amor hacia los otros cristianos, junto con la inflexible búsqueda de la verdad de Cristo. Un ejemplo es este pasaje donde la Virgen María habla de las estructuras de la unidad:
El Reino de Dios no es sólo palabras en los labios, el Reino de Dios es amor, paz, unidad y fe en el corazón. Es la Iglesia del Señor unida en Una sola dentro de vuestro corazón. Las Llaves de la Unidad son el Amor y la Humildad. Jesús nunca os requirió que os separarais; esta división en Su Iglesia no era Su deseo. (23/09/1991).
Más lejos, en el mismo pasaje, Jesús habla de la verdad: «Defiende siempre la verdad hasta la muerte». De vez en cuando se mofarán de ti, pero sólo lo permitiré lo suficiente para conservar tu alma pura y dócil» (reiterado el 05/06/1992, el 25/09/1997, el 22/06/1998, etc.).
He tenido varios encuentros con clérigos católicos, particularmente en los Estados Unidos, Holanda y Suiza, que son muy liberales y están muy en contra del Papa. Tuve que defender la Cátedra de Pedro y explicársela lo mejor que pude a través de poderosos mensajes que venían de Cristo, mostrándoles cuán confundidas estaban sus mentes. Al final, muchos de estos sacerdotes vinieron a decirme cuánto apreciaban esas clarificaciones. Hubo uno o dos, sin embargo, que no estuvieron de acuerdo, diciéndome que era más católica que los católicos… Aunque hay muchos pasajes sobre la unidad que se refieren a la unidad entre las iglesias, hay también bastantes que están especialmente escritos para gran cantidad de clérigos católicos que se están rebelando contra el Papa, con el fin de atraerlos de nuevo a la fidelidad hacia él. He aquí un ejemplo:
Yo, el Señor no quiero ninguna división en Mi Iglesia. Por Mi causa os uniréis y bajo Mi Nombre Me amaréis, Me seguiréis y daréis testimonio de Mí. Os amaréis unos a otros como Yo os amo; os uniréis y os haréis un solo rebaño bajo un solo Pastor 5. Como todos sabéis, Yo he escogido a Pedro, confiriéndole la autoridad. Como todos sabéis, Yo le he dado las llaves del reino de los cielos. He pedido a Pedro que alimente Mis corderos y mis ovejas, cuidando de ellos. 6 Yo le he conferido esa autoridad. No he querido que alteréis Mi deseo (19/03/1988).
Otro mensaje hablando del futuro de la unidad lo deja aún más claro:
Pondré entonces en la mano de Pedro un cetro de hierro con el que guardará Mis ovejas, y en cuanto a aquellos que no saben y se preguntan aún: «¿Por qué debemos tener un guía?» Yo os digo esto: «¿Habéis visto nunca o sabido de algún rebaño de ovejas sin pastor? Yo soy vuestro Pastor Celestial y he elegido a Pedro para guardar Mis corderos hasta Mi vuelta. Le he dado la responsabilidad, ¿por qué entonces todas esas disputas, por qué todas esas vanas discusiones? Y a todos aquellos que aún no conocen Mis palabras, os digo que las leáis en las Escrituras: se encuentran en el testimonio de Juan, Mi discípulo 7. Yo uniré entonces Mi Iglesia y os rodearé con Mis brazos en un solo redil porque, tal como sucede hoy, estáis todos dispersos, desarrollando demasiadas comunidades y grupos separados. Habéis desmembrado Mi Cuerpo y esto NO PUEDE SER. Os uniré a todos (16/05/1988).
Otros mensajes hablan del Papa como el Vicario de Cristo o el Vicario de la Iglesia. He aquí un ejemplo:
Rogad por la Iglesia entera. Sed el incienso de Mi Iglesia y con esto quiero decir que oréis por todos aquellos que están proclamando Mi Palabra, desde el Vicario que Me representa hasta los apóstoles y profetas de vuestro tiempo, desde las almas sacerdotales y religiosas hasta los laicos, a fin de que estén dispuestos a comprender que todos vosotros que he mencionado sois parte de Un Solo Cuerpo, Mi Cuerpo. (10/01/1990). (Más referencias en 01/06/1989, 02/03/1990, 10/10/1990, 18/03/1991, 20/04/1993, 20/12/1993, 15/04/1996, 22/10/1996, 20/12/1996).
Los escritos no contienen ninguna referencia a cómo se relacionará el papel de Pedro con los de las diversas sedes patriarcales, y por tanto no puedo hablar sobre esto. Pero soy consciente de que el mismo Papa, en la Encíclica «Ut unum sint», se abre a una discusión de este género:
Sin embargo, es significativo y alentador que la cuestión del primado del Obispo de Roma haya llegado a ser actualmente objeto de estudio, inmediato o en perspectiva, y también es significativo y alentador que este asunto esté presente como tema esencial no sólo en los diálogos teológicos que la Iglesia Católica mantiene con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, sino incluso de un movimiento más general en el conjunto de movimiento ecuménico. Recientemente los participantes en la quinta asamblea mundial de la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Ecuménico de las Iglesias, celebrada en Santiago de Compostela, recomendaron que esta comisión «inicie un nuevo estudio sobre la cuestión de un ministerio universal de la unidad cristiana». Después de siglos de duras polémicas, las otras Iglesias y Comunidades eclesiales escrutan cada vez más con una mirada nueva este ministerio de unidad. 8
La misma encíclica confirma la necesidad de que Oriente y Occidente se vuelvan a unir, permitiendo diferencias entre las dos confesiones mientras estén en plena comunión:
En esta línea, la Iglesia Católica no busca más que la plena comunión entre Oriente y Occidente. Para ello se inspira en la experiencia del primer milenio. En efecto, en este período «el desarrollo de diferentes experiencias de vida eclesial no impedía que, mediante relaciones recíprocas, los cristianos pudieran seguir teniendo la certeza de que en cualquier Iglesia se podía sentir como en casa, porque de todas se elevaba, con una admirable variedad de lenguas y modulaciones, la alabanza al único Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo; todas se hallaban reunidas para celebrar la Eucaristía, corazón y modelo para la comunidad no sólo por lo que atañe a la espiritualidad o la vida moral, sino también para la estructura misma de la Iglesia, en la variedad de los ministerios y de los servicios bajo la presidencia del Obispo, sucesor de los Apóstoles. Los primeros concilios son un testimonio elocuente de esta constante unidad en la diversidad». 9
Aunque los escritos no hablan de cuestiones estructurales relativas a Oriente y Occidente, hay muchas referencias a la importancia de la Iglesia de Oriente. Por ello, el inflexible subrayado de la importancia del papel de Pedro hace pareja en mensajes posteriores con una percepción de que la renovación espiritual haya podido muy bien estar inspirada por la Iglesia de Oriente. Por ello se hace aún más evidente por qué el Cuerpo de Cristo necesita respirar con ambos pulmones -los de la presencia occidental y oriental de la Iglesia:
Casa de Occidente, te has dado cuenta, por la Luz de Mi Espíritu, de que un cuerpo necesita sus dos pulmones para respirar libremente, y de que Mi Cuerpo es imperfecto con un solo pulmón; ruega para que Mi Espíritu vivificador os junte, pero ¡cuánto habré de sufrir antes! 10 (27/11/1996)
Y otro mensaje similar:
Ruega para que la casa de Oriente y la de Occidente se unan, como dos manos que se unen para la plegaria; un par de manos similares y llenas de belleza al señalar juntas hacia el cielo cuando están en oración. Que esas dos manos pertenecientes al mismo cuerpo trabajen juntas y compartan su capacidad y sus recursos la una con la otra… que esas dos manos me eleven juntas… (15/06/1995).
Otro mensaje habla del papel que desempeña Oriente en juntar de nuevo las dos casas, unificando el Cuerpo de Cristo:
Escucha y escribe: la gloria brillará desde la ribera oriental. Por eso digo a la casa de Occidente: vuelve tus ojos hacia Oriente. No llores amargamente sobre la Apostasía y la destrucción de tu Casa; no te dejes llevar del pánico, porque mañana comerás y beberás junto con Mi retoño de la ribera oriental – Mi Espíritu os reunirá. ¿No has oído que Oriente y Occidente serán un solo reino? ¿No has oído que me conformaré con una sola fecha? 11
Voy a extender Mi Mano para grabar en un bastón las palabras: Ribera occidental, Casa de Pedro y de todos aquéllos que le son leales; luego, en otro bastón, grabaré: Ribera oriental, Casa de Pablo junto a todos aquéllos que le son leales. Y cuando los miembros de las dos casas digan: «Señor, dinos qué piensas hacer ahora», les diré: «Tomaré el bastón en el que he grabado el nombre de Pablo junto con todos los que le son leales y lo pondré con el bastón de Pedro y sus leales, formando uno solo. Haré un solo bastón de los dos y los sostendré como uno solo; los ligaré juntos con Mi Nuevo Nombre; éste será el puente entre Occidente y Oriente. Mi Santo Nombre ligará el puente para que intercambiéis vuestras posesiones a través de este puente; no practicarán más solos, sino juntos, y Yo reinaré sobre todos ellos.
Sucederá lo que he planeado, y si los hombres te dicen, hija, que estos signos no vienen de Mí, diles: «No temáis, ¿no habéis oído que Él es a la vez el Santuario y la piedra de tropiezo, la Roca que puede derribar las dos casas pero también levantarlas de nuevo como una sola Casa? (24/10/1994).
De nuevo este mensaje no resta nada al papel y a la autoridad de Pedro, pero resalta la importancia de tener unidas las dos partes, oriental y occidental, del Cuerpo de Cristo, para que el Mundo crea.
El Futuro de la Unidad Cristiana.
Aunque el mensaje confirma la primacía de Pedro, el Obispo de Roma, reconocida en ambas tradiciones, ortodoxa y católica, no habla de cuestiones de jurisdicción. Creo que no estoy llamada a hablar sobre esta cuestión y, por tanto, me abstengo de hacerlo de todos modos.
Mi llamada es para confirmar la importancia del Papa y defender su Cátedra ante todos aquellos que tienden a desobedecerle y rebelarse contra él, mientras que aliento la construcción y el fortalecimiento de las estructuras interiores de la unidad. Mi planteamiento primordial para la unidad es el de la unidad por medio de la espiritualidad. El mensaje es una llamada a la unidad a la vez intra nos y extra nos – una llamada a fortalecer la dinámica espiritual de la unidad a la vez dentro de cada iglesia en particular y entre todas ellas.
No sé qué aspecto tendrán las estructuras futuras de la iglesia unificada, ya que el Señor ha preferido no hablar sobre esto ni tampoco me ha favorecido dándome alguna luz acerca de ello, pero creo que llegará a través de la espiritualidad; y creo que se me ha concedido un anticipo de la gracia de esa futura unidad en varias reuniones ecuménicas.
En marzo de 2002, por ejemplo, el Señor permitió que nuestros grupos de oración se reunieran en su lugar de nacimiento, Belén. Fueron 450 personas de todas partes, sí, de más de 55 países y de 12 iglesias diferentes, a un encuentro internacional de oración por la paz y la unidad. Nos reunimos como una sola familia. Nos acompañaron 75 clérigos de las 12 iglesias diferentes, pero además otros clérigos de Tierra Santa que, al enterarse de este encuentro de oración, también se nos unieron. Este evento ecuménico fue coordinado por algunos judíos y palestinos que se habían sentido conmovidos por los escritos de «La Verdadera Vida en Dios». Creyeron en la redención de Cristo y en su plan de salvación para nuestro tiempo y se ofrecieron voluntarios para organizar este encuentro. Cuando se sabe cómo, en nuestros días, palestinos y judíos están luchando unos contra otros, su reconciliación es un signo del poder del Espíritu Santo que reunió a esas dos naciones para trabajar para un encuentro por la paz entre cristianos divididos. Como dicen las Escrituras: «Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz» (St 3, 18). Esto es una lección para todos nosotros.
Vivimos y tuvimos un anticipo de cómo será algún día la unidad entre los cristianos. Clérigos de diferentes iglesias nos dieron conferencias sobre la unidad. Sus palabras resonaban como si procedieran de una sola voz y una sola mente. Durante sus pláticas sentimos el gran deseo de ser todos uno. Vimos y observamos la sed de unidad que tienen laicos y clero. Pero percibimos al mismo tiempo las enormes heridas externas que nuestra división ha producido en el Cuerpo Místico de Cristo.
La mayoría de nosotros estamos cansados de esta división, porque no está de acuerdo con la ley de amor de Nuestro Señor. Cristo está más cansado aún de vernos divididos. Las ovaciones y exclamaciones de alegría de todas esas naciones que se sentían vinculadas entre sí, reclamando una unidad completa entre los cristianos, puso en evidencia que esta división no sólo es un pecado sino también un antitestimonio. No obstante, el mayor pecado contra la unidad es mantener separadas las fechas de Pascua. Qué bueno será cuando podamos gritar todos juntos: «Christos Anesti» a una sola voz, todos el mismo día. Todos decimos: «Hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el cielo…» Jesucristo nos unió con su Sangre, de modo que ¿cómo se puede negar esta unidad? «Porque Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz…» (Ef 2, 14-15) ¿Cómo podemos decir «no» a Dios, si Él quiere que nos unamos? ¿Podría acaso ser porque nuestros corazones se han endurecido? ¿Hemos olvidado las palabras del Santo Padre cuando dijo: «Los elementos que nos unen son mucho mayores que los que nos dividen»? De modo que deberíamos tomar esos elementos y emplearlos para allanar el camino hacia una unidad completa.
La Sagrada Eucaristía y la participación eucarística.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se dice sobre la Eucaristía, refiriéndose a San Agustín:
Ante la grandeza de este misterio [the Holy Eucaristía] San Agustín exclama: ‘¡Oh sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad!’ Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en Él (CIC 1398).
El Señor nos urge a reconciliarnos y unirnos de nuevo. Como dijo recientemente un conocido cardenal católico a un sacerdote ortodoxo de Nueva York, amigo mío, que asistió a la misa de dicho cardenal en Roma, yo tengo el mismo convencimiento de que debe ser posible obtener de nuevo esa unión, alrededor de la mesa del Señor, entre católicos y ortodoxos, porque compartimos los mismos sacramentos y tenemos virtualmente la misma fe, aunque esté revestida de expresiones diferentes de fe y culto. He podido experimentar desde el amor ardiente de Nuestro Señor la profundidad de su deseo por la unión perfecta de su Cuerpo y creo que sufre un gran dolor a causa de nuestra falta de amor y comunión. Por tanto, no tengo mayor deseo que ver su Cuerpo unido de nuevo y estoy convencida de que nosotros, los cristianos, si realmente amamos a Jesucristo, debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder para trabajar por la reconciliación de los miembros separados del cuerpo de Cristo.
Mientras tanto sé que esta unión no resultará fácil sino sólo a través de un milagro de Nuestro Señor. Aunque debemos hacer todo lo que podamos para avanzar en la unidad, Él ha prometido concedernos esa unión que será obra del Espíritu Santo puesto que, como dije en una ocasión anterior, en 1992, llegará tan de repente como la caída del muro de Berlín: «La Misericordia y la Justicia están obrando tales maravillas como no han ocurrido jamás en muchas generaciones, y la Unidad llegará sobre vosotros como la Aurora y tan repentinamente como la caída del comunismo. Vendrá de Dios y vuestras naciones lo llamarán el Gran Milagro, el Día Bendito de vuestra historia» (10/01/1990).
La Iglesia de Cristo es una en el sentido de que Cristo es uno y sólo tiene un Sagrado Cuerpo. Es la gente de la iglesia la que está dividida. Si los cristianos son capaces de ir más allá de los obstáculos negativos que los separan, obstáculos que según las Escrituras están en contra del cumplimiento de la unidad de fe, amor y culto entre nosotros, el Padre escuchará la oración ya expresada por su Divino Hijo cuando dijo: » …que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado» (Jn 17, 21).
Mientras espero esta gracia, sigo lo mejor que puedo los principios en el actual estado de cosas y estoy convencida de no infringir en la conciencia de los miembros de cualquier iglesia. En la pregunta se dice lo siguiente: «Sin embargo, leyendo sus obras se tiene a veces la impresión de que usted se sitúa por encima de ambas iglesias sin estar comprometida con ninguna…» No hay base en la obra escrita para tener la impresión de que me sitúo por encima de ambas iglesias. Tal como usted lo describe parece referirse más al nivel práctico.
En cuanto a la manera en que practico mi fe, soy ortodoxa y estoy plenamente comprometida con mi iglesia. Siempre que hay cerca una iglesia ortodoxa no dejo nunca de asistir a su Misa Dominical, a menos que, por supuesto, no haya ninguna, como en Dacca, Bangladesh, donde vivía. Justo antes de venir a Roma, donde ahora resido, viví once años en Suiza. Cada domingo iba a nuestra iglesia ortodoxa y el sacerdote griego de Lausanne, el P. Alexander Iossifides, es testigo de ello, así como los fieles que estaban en la iglesia y me veían con regularidad, a no ser que estuviera viajando, naturalmente. Durante mis viajes en el extranjero, cuando se ha establecido un programa que debo seguir para dar mi testimonio, a veces -y añadiría, con muy poca frecuencia- puede ocurrir que los sacerdotes católicos o los obispos del lugar que me ha invitado a hablar hayan programado a continuación una Santa Misa pública, en el mismo lugar donde he hablado; entonces permanezco con la gente para la Misa, como está en el programa, y recibo ahí la Sagrada Comunión.
Aquí en Roma vivo fuera del centro y bastante lejos de mi iglesia greco-ortodoxa, que está en el centro de Roma. Hay una iglesia ortodoxa eslava en Tre Fontane que solía frecuentar, pero no entiendo el idioma. Y por eso me permito de vez en cuando, puesto que estoy fuera la mitad del tiempo, recibir la Sagrada Comunión en el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor que está a tres kilómetros de mi casa. Creo que el Concilio Vaticano Segundo me permite hacer esto cuando dice, como reitera el Catecismo de la Iglesia Católica: «Una cierta comunión in sacris, por tanto, en la Eucaristía, «no solamente es posible sino que se aconseja en circunstancias oportunas y aprobándolo la autoridad eclesiástica» (CIC 1399).
En el Decreto Orientalium Ecclesiariumdel Vaticano II se declara: «…pueden ser administrados los sacramentos de la Penitencia, la Eucaristía y la Unción de Enfermos a los orientales que de buena fe se hallan separados de la Iglesia, con tal que los pidan espontáneamente y estén debidamente dispuestos…»
El Código Católico de Derecho Canónico declara:
Los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Unción de los Enfermos a los miembros de Iglesias orientales que no están en comunión plena con la Iglesia Católica, si los piden espontáneamente y están bien dispuestos; y esta norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias que, a juicio de la Sede Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales, por lo que se refiere a los sacramentos (Canon 844.3).
La carta encíclica del Papa Juan Pablo II, «Ut unum sint» prosigue estas afirmaciones con referencia a Orientalium Ecclesiarum:
En función de los estrechísimos vínculos sacramentales existentes entre la Iglesia católica y las Iglesias Ortodoxas, el Decreto Orientalium Ecclesiarium ha puesto de relieve que «la práctica pastoral demuestra, en lo que se refiere a los hermanos orientales, que se pueden y se deben considerar diversas circunstancias personales en las que ni sufre daño la unidad de la Iglesia, ni hay peligros que se puedan evitar, y apremia la necesidad de salvación y el bien espiritual de las almas. Por eso, la Iglesia católica, según las circunstancias de tiempos, lugares y personas, usó y usa con frecuencia un modo de actuar más suave, ofreciendo a todos medios de salvación y testimonio de caridad entre los cristianos, mediante la participación en los sacramentos y en otras funciones y cosas sagradas». 12
En cuanto a la relación con las iglesias de la Reforma las cosas son algo más complejas. Muchas personas de educación protestante que leen la VVeD se hacen católicos por su libre elección, debido principalmente a las cuestiones acerca de la Eucaristía. Jesús no habla en los mensajes sobre la validez de sus sacramentos, pero urge a los protestantes una vez más a amar a la Madre de Jesús y a reconocer la función de Pedro:
Vassula, ha llegado el momento de unir Mi Iglesia. Uníos de nuevo, bienamados, venid a reconstruir estas antiguas ruinas; reconstruid Mis primitivos cimientos, unos cimientos establecidos por Mi propia Mano. Honrad a Mi Madre como Yo, que soy La Palabra y estoy por encima de todo, la honro. ¿No he de desear, pues, que vosotros, que no sois más que polvo y cenizas, La reconozcáis como Reina del Cielo y La honréis? Mi dolor hoy día es ver qué poco reconoce Mi creación Su importancia. La mayoría de Mis devotos que se hallan bajo el nombre de Lutero y se han aislado completamente deben volver a Pedro (22/12/1987).
En otro mensaje Cristo reprende a aquellos cristianos que son incapaces de ver la grandeza del misterio de la Eucaristía y la Divina Presencia de Cristo en ella:
… y así digo a esas iglesias cuyo clero no ha aceptado Mi Misterio: «Volved a vuestro sano juicio y buscadme fervientemente. Controlad también vuestro resentimiento hacia Mi Madre. Que toda raza sepa que Mi Carne y Mi Sangre vienen de Mi Madre. Sí, Mi Cuerpo viene de la Santísima Virgen, de sangre pura. ¡Bendito sea Su Nombre! Para salvar a todos los humildes de la tierra que Me reciben y para darles vida imperecedera, Me convierto en pan para darme a vosotros. Y por medio de esta Comunión, santifico a todos los que Me reciben, deificándoles para que se conviertan en carne de Mi Carne, hueso de Mis Huesos (…) a través de Mi Divinidad Yo deifico a los hombres (…) Ahora estoy siendo juzgado por los hombres. El Vestido 13 que os puede cubrir, ataviándoos majestuosamente, proporcionándoos una metamorfosis, divinizándoos, es rechazado por esas iglesias que no pueden comprender Mi Misterio… Hoy grito de nuevo desde el Cielo; «Hermanos, ¿por qué estáis socavando Mi Divinidad? Si vosotros reclamáis que sois los únicos que sabéis lo que está bien, entonces, ¿por qué está vuestro espíritu saqueando Mi Iglesia? (…) Os estoy invitando a celebrar la Misa y participar en el Misterio Divino de la manera que Yo verdaderamente instituí (…) Afirman Mi fuerza, proclamando Mi temible poder, cantándome sus alabanzas, reconociendo Mi Omnipotencia y Mis poderosas maravillas. Pero yo me convierto en un escollo cuando se trata de medir la magnificencia de Mi Divinidad y de Mi Presencia en la Eucaristía (16/10/2000).
Situación matrimonial
En su pregunta dice más abajo, refiriéndose a que recibo a veces la Sagrada Comunión en la Iglesia católica: «nuestra preocupación acerca de los seguidores católicos que pueden interpretar estas actitudes de una forma relativista y sentirse tentados de hacer caso omiso de la disciplina de su propia Iglesia». Si según el Derecho Canónico que he citado más arriba se prueba que estoy en total concordancia con la ley canónica de la Iglesia Católica, no veo razón para que las personas católicas reaccionen de forma relativista.
No estoy a favor del divorcio y no busco promover entre los cristianos católicos que deba permitirse a los divorciados volver a casarse. Mi divorcio y segundo matrimonio civil fueron anteriores a mi conversión. Después de mi conversión, a la luz de los mensajes de la VVeD, descubrí que mi situación matrimonial no era regular. Sin embargo nadie sabía de esa situación excepto yo misma y también fui yo misma quien la deploró públicamente. Denuncié mi propia situación cuando de hecho nadie sabía nada acerca de ello. Habiéndome dado cuenta de mi equivocación, me puse en contacto con mis autoridades eclesiales en Lausanne y pasé por un proceso de aclararlo todo de acuerdo con los reglamentos matrimoniales ortodoxos. Soy, por tanto, una cristiana ortodoxa en paz con mi Iglesia y sus reglamentos, como cualquier otro cristiano ortodoxo y, como tal, estoy autorizada a recibir la Eucaristía en mi propia Iglesia y en la Iglesia Católica, de acuerdo con los principios mencionados más arriba. De ninguna manera hago caso omiso de los reglamentos de la Iglesia católica. Para su información adjunto mi Certificado de Matrimonio a este documento (Anexo 1).
4 Aunque en nuestro libro de la doctrina de la Iglesia Ortodoxa, Libro I, publicado en 1997 por el Sr. Trembelas, en la p. 79 dice: «Las revelaciones se definen como un acto realizado por Dios mediante el cual notifica a sus criaturas razonables acerca de los misterios de su existencia, naturaleza y voluntad, según su limitada capacidad intelectual».
5 El Papa
6 Juan 21:15-17
7 Juan 21:15-17
8 Carta Encíclica «Ut Unum Sint» del Santo Padre Juan Pablo II en «Compromiso con el Ecumenismo» 89.
9 Carta Encíclica «Ut Unum Sint» del Santo Padre Juan Pablo II en «Compromiso con el Ecumenismo» 61, ref. a la Carta Apostólica Orientale Lumen (2 de Mayo de 1995 ), 24: L’Osservatore Romano, 2-3 Mayo de 1995, 18: loc. cit., 4.
10 Comprendí al mismo tiempo «¡qué tenemos que sufrir antes!» El «nosotros» estaba destinado al Papa Juan Pablo II junto con Jesús.
11 Entendí que Cristo se estaba refiriendo a todos sus mensajes de unidad, llamándonos a todos a unificar las fechas de la Pascua. Esto solo parece «calmarlo» y satisfacer su sed de unidad. Cristo nos prometió que si unificamos las fechas de Pascua, Él hará el resto.
12 Carta Encíclica «Ut Unum Sint» del Santo Padre Juan Pablo II en «Compromiso con el Ecumenismo» 58.
13 Un nombre simbólico de Cristo