“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros.” (Jn 13, 34)
En su discurso de despedida durante la última cena con sus apóstoles, Nuestro Señor Jesucristo les deja en herencia, a ellos y a todos sus seguidores, este paradójico mandamiento de amor. Les asegura que el Paracleto, el Espíritu de Verdad, los guiará a lo largo de esta novedosa senda hacia la humanidad fraternal.
¿Cómo invocamos entonces la morada del Espíritu Santo en nuestras comunidades? Primero rogamos por el Espíritu de Unidad – para que, a pesar de nuestra diversidad de culturas y tradiciones religiosas, podamos juntarnos como hermanos y hermanas bajo un solo Creador y Señor de todos. El amor divino los unos por los otros es nuestra garantía de que podemos compartir este amor unos con otros.
También rogamos por el Espíritu de Diálogo- para que aprendamos a escuchar primero unos a otros; para que respetemos las tradiciones vivas de los otros; y para que podamos compartir nuestros propios valores y aspiraciones en nuestra búsqueda común de las metas últimas de la vida en este mundo y en el más allá. A través del diálogo, nos enriquecemos con el bien que descubrimos en las experiencias vitales de otras personas y comunidades. Empezamos a compartir sus alegrías y sus penas, así como sus esperanzas por un futuro más luminoso.
Finalmente, rogamos por el Espíritu de “caminar juntos” en caridad fraternal. Eso es lo que el Papa Francisco llama el camino de la Sinodalidad, en el que participa todo el mundo y se le da la oportunidad de ser escuchado antes de que se tomen las decisiones finales y se pongan en práctica las líneas de acción. Ésta no es una tarea fácil, pero con la orientación del Espíritu de Dios, podemos desde luego vencer las barreras de la discriminación, los prejuicios y el propio interés.
Que el Espíritu de Unidad, de Diálogo y de Sinodalidad nos acompañe en nuestro camino hacia la Paz y la Reconciliación en este herido mundo de hoy.
Arzobispo Antonio J. Ledesma SJ
Arquidiócesis de Cagayan de Oro Filipinas