9 de octubre de 1994
Señor, confío en Ti.
Tú eres mi Consejero ¡qué don!
¡Qué don poder servir a un Rey!
Abre mi corazón, para que escuche
Tu conocimiento,
a fin de dar a conocer a todos
Tus enseñanzas.
Vassula, la paz esté contigo. ¿No he escrito contigo más de cien cuadernos1, para todos vosotros, para enseñaros Mi sólido conocimiento? Vas a servirme en Mi Casa. No te fallaré. Te enviaré a Mi Abogado y Él te recordará todo lo que Yo te he enseñado2. Continuaré utilizándote como Mi portavoz hasta el final. Glorifica a tu Santísimo. Que tu boca sea como una espada y abra de un tajo los corazones de la humanidad… Necesito seguidores en estos tiempos, y tengo tan pocos…
Los sacrílegos están aumentando, hija, y Mi pueblo da cada vez menos importancia a Mi Santísimo Sacramento. Ruega al Padre que derrame Sus gracias sobre esta generación. Aunque muchos Me hayan dado la espalda, Mi Voz puede atraerlos de nuevo a Mí, así pues, continúa siendo Mi Eco… Mis corderos necesitan oír la llamada del Pastor para volver al redil.
Éste es Mi mandato para ti: no retengas Mis llamadas, porque Mis Intereses están antes que tus intereses. Permíteme regar este desierto antes de que llegue Mi Día. Permíteme santificar a Mis hijos y a Mis hijas. He abierto las reservas del Cielo para derramar abundantemente sobre vosotros Mi Maná Celestial. He jurado no dejar a nadie pobre ni hambriento, porque Mis Bendiciones son riquezas, Mi Amor es plenitud y el Aliento de Mi Espíritu es medicinal.
Deja Mis puertas abiertas, mostrándome obediencia y fidelidad, y muchos de los que han caído se levantarán e irán con Mi Espíritu proclamando Mi Misericordia. Ven a extraer de Mi Corazón. Aquí dentro3 se encuentran todas Mis Riquezas. Tu debilidad es inefable, pero ¡qué alegría!, porque Yo soy Rey en tu debilidad. Mi Espíritu guiará ahora tu paso. Aprende cómo trabajo Yo.
Bendita seas, tú que llevas Mi Palabra. IC.
