11 de junio de 1993
(Omaha – Estados Unidos)
Hijita mía, hijita Mía, te doy Mi Paz. Dame la libertad de utilizar tu mano, dame la libertad de utilizar tus labios, dame la libertad de utilizar tu mente y tu corazón. Permíteme que te invada, ¿de qué otra forma podrías ser Mi Eco para transmitir Mis Mensajes, si Mi Espíritu no invadiera tu espíritu? ¿Cómo podría vivir un sarmiento si no toma su savia de la viña? Córtalo de la Viña y verás que rápidamente se marchita.
Mi Espíritu Santo es como una savia que fluye en tu interior, manteniéndote con vida. Ésta es la manera, hija, en que debes depender de Mi Espíritu Santo, el Dador de Vida, el Dador de amor fiel, el Dador de alegría y paz. Sí, Mi Espíritu Santo es el Fuego que doblega y derrite los corazones para que sigan Mis Instrucciones, apartando vuestros ojos de imágenes inútiles. Mi Espíritu Santo es el generoso dador de Mis Palabras, haciendo que toda tu mente y todo tu corazón busquen la Sabiduría.
Implorad de todo corazón los dones de Mi Espíritu Santo, especialmente en estos tiempos. Él será vuestra Antorcha para rescataros de la Muerte y evitar que vuestros pies tropiecen, y, ¡ah!, ¡qué no haría Mi Espíritu Santo por vosotros! Mi Espíritu Santo os dirigirá para que paséis vuestra vida en Mi Presencia y en los atrios de Mi Reino. Mi Espíritu Santo es esencial para reconstruir Mi Iglesia. Él es:
La Piedra Angular de Mi Iglesia
pero vuestra generación lo está rechazando1. Os lo digo de nuevo: los constructores están ahí, pero deben ser formados e instruidos. Apresuraos a reconstruir Mi Iglesia, utilizando cada piedra, y no olvidéis la esencial, ¡no rechacéis la piedra angular! Y ahora, hijita Mía, repite Conmigo:
“Señor, soy tuya,
sálvame y salva también a mis hermanos,
por medio de Tu Amor Redentor.
Amén.”